“Ahora soy feliz. Había olvidado todo lo que hay fuera de la política”
Lo ha sido todo en el PSOE majorero y ha ostentado varios cargos institucionales, desde consejero del Cabildo a parlamentario regional o senador. Sin embargo, y por decisión personal, Domingo Fuentes Curbelo (Puerto del Rosario 1956) abandonó la política en ejercicio y se reintegró el pasado curso a su puesto como profesor de inglés en el IES San Diego de Alcalá. Reconoce que pasar 24 años fuera de la docencia le pasó factura, pero asegura no solo no haberse arrepentido de dar el paso, sino estar disfrutando del privilegio de observar la cosa pública desde fuera, como profesor o escritor, su otra pasión.
- ¿Cómo fue volver a dar clases tras 24 años en la primera línea de la política?
- En realidad la enseñanza fue mi vocación, así que la vuelta ha sido natural, sin traumas. Sí, reconozco que el primer curso noté mucho los cambios en el sistema, sobre todo la edad temprana de los alumnos de ESO, y admito que me planteé incluso no continuar, pero ahora confieso que soy tremendamente feliz. Estoy en un momento vital importante, de paz interior natural. Me había olvidado de lo que hay fuera.
- ¿Por qué tomó la decisión de salir de la política?
- En tantos años, he pasado por muchos cargos y pensé que el de senador, en la decimosegunda Legislatura, podría ser la culminación. En realidad no quería acabar mi vida laboral en la política aunque sigo afiliado, pago las cuotas y atiendo a consultas de compañeros, pero quería acabar en mi primera profesión. Cuando salí del San Diego de Alcalá era el director del centro. También reconozco que la política ha cambiado mucho. Cuando empecé, mucho más cerca de la transición, participar era un honor, significaba luchar por mejorar, en este caso la isla. Hoy en día algunos comportamientos políticos han hecho tanto daño a la cosa pública que está denigrada, y no injustamente. Esto ha creado un momento muy incómodo. No para mí. Nunca he sufrido episodios desagradables, por ejemplo como los que se producen en las redes. También es verdad que jamás me he sentado en un banquillo ni he estado imputado. Mis debates en la red son los normales entre personas con distintas formas de pensar.
- ¿Cómo ve ahora desde fuera la línea del partido en la isla?
- Ahora estoy en la Asamblea Insular y este órgano se reúne cada cuatro meses. En mi opinión, la vida orgánica del partido está actualmente bajo mínimos. Sinceramente echo de menos más actividad de partido y que no todo sea política institucional, respetando por supuesto la labor que se hace desde las instituciones, ya sea Cabildo, Ayuntamientos o el propio Parlamento. Pero recordemos que somos un partido de 135 años y que desde que Podemos se ha ’quitado la careta’ hemos recuperado el puesto de referencia de la izquierda. Cuando fui secretario general de Fuerteventura se debatía todo en la ejecutiva. De ahí no se levantaba nadie hasta que se tomaba una resolución específica sobre el caso que nos ocupara.
- ¿Hay líneas muy dispares en la forma de llevar el partido en la isla? Parece que hay división en temas como por ejemplo el proyecto de Tindaya.
- Ese tema siempre ha generado disputas, aunque la mayoría defendía acometer el proyecto monumental de Chillida. Sin embargo, el tiempo nos ha dado la razón a las voces críticas porque lo que pudo ser en su día un plus y un proyecto recordado en el arte se ha convertido en un escándalo a costa del erario público. Un tema podrido durante 22 años en las administraciones. El escultor ya no está y ahora crecen los detractores. No creo que el proyecto tenga opciones de salir adelante. Las primeras encuestas entre la opinión pública eran muy favorables y hace un par de años apenas llegaba al 50% de apoyo.
- Durante su etapa de senador le tocó defender la oposición a las prospecciones petrolíferas ¿Cómo lo recuerda?
- Como una lucha muy bonita, con enorme respaldo popular. Jamás había seguido tanta gente los debates del Senado. Mi correo se llenaba a diario de mensajes y sugerencias. Además, me tocó asumir el papel de portavoz de las dos islas, dado que los senadores del PP defendían las prospecciones. Teníamos rifirrafes diarios con el Gobierno, con el Ministerio de Soria.
- ¿Pudo sospechar alguna vez que el ministro o algunos de los políticos con los que ha coincido tuvieran intereses creados al margen de la política?
- Nadie lleva un estigma y uno siempre piensa que se está en política para servir. Es verdad que cuando después se supo de algunos casos de corrupción que afectaron a personas que he conocido me sorprendí mucho. De otros no me extrañó nada, pero me parece injusto dar nombres.
- ¿Qué recomienda a quienes desean adentrarse en política?
- Algunos alumnos me lo han consultado. Les hablo como si fueran mis propias hijas. En mi opinión es absolutamente necesario formarse, tener una profesión. Y después ejercerla. A la política ha venido mucha gente que no tiene ‘donde caerse muerta’ y no se van nunca, no tienen dónde ir. Pero la realidad es que casi todo el mundo vive fuera de la política activa y da tranquilidad y mesura ver los acontecimientos desde el exterior, aunque el ser humano es político por naturaleza.
- Ahora se ha tomado un año sabático de la escritura, justo cuando más está vendiendo, después de dar el salto de la poesía a la novela.
- En realidad, el cambio de estilo literario fue un consejo del crítico y miembro de la Academia Canaria de la Lengua Canaria, Jorge Rodríguez Padrón, que participó en una Feria insular del libro y se llevó Los designios torcidos, mi primera novela. Me escribió aconsejándome seguir en el género y salieron tres novelas seguidas. Después publiqué Los días que nos esperan y en 2017 Náufragos en su laberinto. Ésta última me ha dado la oportunidad de ir a las ferias del libro de Gran Canaria o Madrid, donde se han vendido bastantes ejemplares. La literatura es mi hobby, no vivo de ella y por tanto la tomo con tranquilidad. Siempre suelo llevar encima una libreta para apuntar anécdotas o noticias que me llaman la atención y, de hecho, guardo muchas. Así que este año me dedicaré a poner orden en el material.
- ¿Sobre qué trata Náufragos en su laberinto?
- Enlaza las historias de tres personas reales. A dos las conocí: un reportero de guerra obsesionado con su profesión y una compañera de partido, activista radical. El tercero es un adolescente que sufrió una gran tragedia. Leí su historia en la sección de sucesos. Todos tienen en común su destrucción emocional y profesional y el argumento funciona como un río común con tres afluentes. También hay un final inesperado, que en realidad son dos y que sorprende mucho a los lectores.
- ¿Cómo vive el complejo y difícil mundo editorial?
- He tenido varias experiencias. En general, puedo decir que funciona mejor la edición privada que la pública porque, al final, se trata de un negocio y al editor le conviene vender. Recuerdo cuando saqué mi primer poemario, en 1981, La memoria ausente, editado en Gran Canaria por Castillo Jaén. Vendimos miles de ejemplares porque había una legión de estudiantes que iban puerta a puerta ¡a comisión del 50%! Casualmente, el pasado marzo, sacamos otra edición, esta vez con Círculo Rojo, corregida y con algunos poemas que se quedaron fuera en su día porque eran comprometidos para la época. Así que puede decirse que en 2017 he cerrado un círculo.
[La entrevista se publicó en la edición impresa de Diario de Fuerteventura de noviembre]
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