Fuerteventura ensimismada
Marcial Morales, presidente del Cabildo aspira a que Fuerteventura se parezca a sí misma, y es probable que la aspiración de Morales llegue tarde.
Algunas cicatrices marcan cualquier territorio, también el majorero, y de una manera profunda. La pérdida de su patrimonio arquitectónico es una de ellas, acaso la más tangible seña por cuanto la población se reconoce en este tipo de manifestaciones. Ello sucede ante la pasividad del Cabildo y de los ayuntamientos.
Fuerteventura disfrutó de una de las más singulares muestras arquitectónicas del archipiélago. Y siendo de las más distintas y notables, nunca fue aprendizaje para sus hijos, pues las ruinas languidecen ante una concepción de desarrollo y modernidad que ha preferido espejos lejanos en los que reconocerse.
El majorero huye de su pasado como de una carga que olvidar. De poder, hasta borraría los documentos gráficos que le recuerden tanto polvo y tanta y tan dura aridez.
El majorero se reconstruyó como lo hacen los nuevos ricos, desde la ostentación, el desprecio de lo propio y la admiración de lo ajeno.
Los núcleos poblacionales de nueva factura no leen en la sabiduría acumulada de su pueblo pues casi resulta insultante el enaltecimiento de lo que siendo cultura, a ellos les acerca a la crónica de la miseria que olvidar, al sometimiento de los señores.
Fuerteventura puede aspirar a ser la isla con la mejor red de carreteras a ninguna parte, acaso trazadas para huir de su pasado. A toda velocidad, a ser posible.
La aspiración de Morales de que la isla llegue a parecerse a sí misma hasta puede parecer una realidad, pues nada es más esta isla que la isla que han reconstruido desde la ausencia de la identidad despreciada. La nueva identidad, la que reclama Morales, es una paradoja que se responde con un "soy lo que he dejado de ser".
Definir un territorio desde el tremendismo de “dejar de ser”, para reproducir otros mundos y otras culturas es una de las formas más abominables de vivir en una comunidad. Esa fórmula define al nuevo ciudadano.
Cuando Puerto quiso ser capital, lo hizo con la apisonadora. Lo hizo con un catálogo de casas de los horrores, con un muestrario cromático que desprecia cualquier atisbo de sensatez y de moderación. No se trataba tanto de que lo hubieran hecho desde la añoranza, claro que no, pero sí, al menos, desde una ambición de ciudad. Se quedó en pareados kitsch.
Hablar, como lo hace Morales, de crecer en calidad, no tiene ningún sentido en el discurso político de quienes han marcado el territorio de una forma tan atroz. Apelar a cierta lucidez mental en el lóbulo derecho cuando el izquierdo está con la excavadora resulta demencial. La población ha dejado de entender nada. La ciudadanía debe pensar que está en manos de locos si es que no está demenciada toda ella.
Hablaba de cicatrices. Desde Corralejo, una profunda marca divide el territorio hasta Puerto, y lo hace como un cuchillo en el vientre, haciendo de la isla dos partes casi incomunicadas allá por donde transcurre. Ni esa vía con espacio para tres carriles en cada dirección es lo que necesita la isla, ni lo que demanda el majorero, ni lo que ofrecer a nuestros visitantes. En todo caso, más parece la fórmula para considerar suelos por urbanizar en lo que sólo era paisaje, asunto que parece poco trascendente para algunos representantes políticos. Botín de guerra, casi.
La única cuestión medio a tener en cuenta es como trasladar el dinero desde la caja pública a la caja privada. La certeza es que a costa de nuestra tierra algunos son más asquerosamente ricos con obra pública, muy privada y poco pública en su dimensión.
Añadiría que en el mandato que finaliza el Cabildo no ha incluido ningún proyecto de recuperación de la agricultura, ni un proyecto de instalación de energías alternativas, salvo un pequeño aerogenerador para el CAAF, con más carga simbólica, dada la escasa envergadura de su producción energética, que como un instrumento de producción real, lo cual resulta significativo en una isla que presume de ser reserva de la biosfera.
No existe ningún proyecto para dotar a Puerto de una zona verde para uso de la ciudadanía y lo más cercano, por antagónico, es la propuesta de talar una magnífica hilera de palmeras que parece obstaculizar ese camino de parecerse a sí mismo. Sin embargo, sí que hay medios para seguir asfaltando caminos. Parece que el recurso más sobresaliente de la isla no es el paisaje, la naturaleza o la cultura, sino la producción de asfalto.
No sé que piensa Morales. Si gobierna para nosotros o para las empresas constructoras. Esa cuchillada en forma de autopista es sólo la primera fase. Y eso que ya anunció que hay que crecer en calidad. Será porque el asfalto que ha de cubrir la isla va a rozar la excelencia en negritud.
Comentarios
1 Majorero Lun, 15/10/2018 - 09:27
2 yo también Mié, 17/10/2018 - 18:11
3 carmelo hernand... Dom, 04/11/2018 - 20:35
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