Seguidores de las principales escuelas y tendencias en tatuaje realizan su labor en el norte de Fuerteventura. Entre ellos se encuentra David Sáez, un reconocido creador del estilo japonés
Tatuadores: una logia de artistas
Seguidores de las principales escuelas y tendencias en tatuaje realizan su labor en el norte de Fuerteventura. Entre ellos se encuentra David Sáez, un reconocido creador del estilo japonés
Para un profano en la materia, adentrarse en el universo del tatuaje es descubrir una escuela filosófica detrás del simple hecho de marcar la piel con motivos de distinto significado y estética. Considerar la idea de integrar en el cuerpo una imagen de por vida parece a simple vista una temeridad, una peligrosa moda. Lucie Lebron, francesa radicada hace dos años en la peluquería La Follie de Corralejo, asegura que ni se acuerda de la cantidad de mapas de Fuerteventura, olas y palmeras que ha tatuado a turistas, aunque defiende que “son personas cuerdas, adultas, la mayoría son europeos que quieren registrar su experiencia en la Isla”.
Sin embargo, ella misma trasciende la anécdota de convertir un tatuaje en souvenir, lo que es más habitual de lo que podría parecer, y habla de la creatividad que hay detrás de la actividad a la que se dedica profesionalmente.
Se confiesa seguidora de la escuela geométrica que representa el afamado tatuador belga Kostek, artista conceptual que formó parte de la banda Tat2noisact, con una inusual puesta en escena en la que los músicos se tatuaban en sus actuaciones. La performance terminó yéndose un poco de las manos y el propio Kostek declaró en una entrevista en la revista Vice que algunas personas del público terminaron tatuándose por su cuenta durante los conciertos, “lo que no es algo que alentemos”, dijo, en alusión a la falta de medidas de higiene imprescindibles.
En el sentido estético, Lucie admira “la obra de arte” que es el trabajo del belga y define el suyo como “negro y geométrico”, haciendo casi puntillismo: “Domino bien las líneas muy finas, de trazo limpio”, indica, lo que es “muy trabajoso” y requiere de gran presteza. Sus clientes son de lo más variopinto: “La mayor, una vecina alemana de Corralejo de 72 años que acaba de hacerse su primer tattoo”. La profesional reconoce que los tatuadores forman “un pequeño club”, también con las personas que se ponen en sus manos y más en un sitio pequeño.
David Sáez: “Las dos escuelas legítimas son la milenaria japonesa y la americana clásica. Todo lo que se ha inventado después no da ninguna garantía”
En FuerteTattoo, el estudio de la calle La Milagrosa, realiza su labor Margherita Michelotto, que devino en tatuadora aunque iba para arquitecta. Se formó en Venecia, lo que, sin duda, marca carácter: “Fui a la Escuela de Arte y Arquitectura de esta ciudad, lo que es un privilegio porque en pocos lugares del mundo se estudia a Tiepolo (una de las figuras más importantes del rococó italiano) en clase y, después, se sale a la calle a ver directamente su obra”, cuenta. Como creadora, sigue el estilo blackwork, con negro puro y mucho contraste.
Margherita.
Margherita reconoce no ser muy extravertida e, incluso, “resultar distante a simple vista”. Sin embargo, la profesión que ha elegido, la ayuda a derribar barreras. “Tatuar a una persona es intercambiar energías, le estás abriendo literalmente la piel. Hay que saber interpretar una idea que está en el interior del otro. Puedo hacer un dibujo, pero el que se tatúa ha de confiar en ti porque el resultado cambia en la piel”, explica. La artista asegura que en el oficio se crean vínculos, “ya que compartes intimidades”. Los clientes deben transmitir al tatuador el origen de su deseo de grabarse la piel. “Cuando luego nos vemos por la calle, nos saludamos de forma familiar, no es como decir adiós a cualquier otro conocido”, asevera.
Existen varias escuelas en el tatuaje. Las dos históricas son old school (tradición americana) y la milenaria japonesa. Sin embargo, en las últimas décadas han proliferado los estilos entre los que se encuentran el realista, normalmente con personajes retratados que parecen auténticas fotografías; acuarela, que imita el proceso artístico; tribal, basado en la estética ancestral; new school, que utiliza dibujos animados y tendencias del grafiti y el hip-hop; neotradicional, que emplea contornos en negrita, pero experimentando con color y brillo partiendo de los tradicionales motivos americanos (corazón, ancla, espada); gótico, de estética oscura; o el geométrico, entre otros.
Margherita: “Tatuar a una persona es intercambiar energías, le estás abriendo literalmente la piel. Hay que saber interpretar una idea que está en el interior del otro”
David Sáez, de FuerteTattoo, cultiva el estilo japonés, de fuerte carga espiritual. A este tatuador, formado como diseñador gráfico y radicado en Corralejo desde 2010, no le gusta el apelativo de artista multidisciplinar, aunque desarrolló en sus inicios su trabajo en el mundo de la ilustración y el diseño. “Ya llevo muchos años volcado exclusivamente en el tatuaje”, subraya, sector en el que es una auténtica referencia, como atestiguan sus 14.000 seguidores en Instagram.
En su opinión, la escuela japonesa “es la única legítima, junto a la americana”, indica, reconociendo la impopularidad de esta sentencia. “Decir esto resulta políticamente incorrecto, pero lo cierto es que las tradiciones japonesa y americana clásica son las dos únicas escuelas reales. Todo lo que se ha inventado después no da ninguna garantía”, asegura.
Lucie y Martina.
De hecho, el artista dice haberse negado a realizar algunos trabajos por propia convicción. “Estamos de acuerdo en que hay que pagar el alquiler, pero de momento puedo permitirme rechazar hacerle a un chico de 16 años, que viene acompañado por su madre, un tatuaje en las manos”, dice, defendiendo la deontología de un sector muy susceptible de frivolidades en estos tiempos.
Una miembro destacada de la logia del tatuaje es Martina Cutugno, estilista de La Follie, que conoce desde su primera juventud este mundo, en el que se integró en su Italia natal. “No eres consciente de la curiosidad que despiertas porque estás metida en este ambiente”, admite, en alusión a la sorpresa que su cuerpo, casi prácticamente tatuado causa en tierras majoreras.
Martina: “Siempre tuve que cubrirme en empleos de cara al público, pero, de repente, es un plus, gusta más mi imagen”
Martina sigue la escuela old school americana, aunque en su piel hay todo tipo de simbologías, la más especial, la estrella que se posa sobre el mapa de Fuerteventura. “Me tatué las islas cuando vine de vacaciones. La tatuadora puso una cadena de estrellas y una de ellas justo cayó en la imagen de la Isla. Un año después estaba viviendo aquí”, recuerda.
La joven explica que su filosofía es registrar los acontecimientos de su vida. Tras conocer a Margherita, quiere que sea ella quien cierre la composición estética en la parte del pecho. “He sentido una gran conexión con ella”, asegura. Ambas comparten su visión del hecho de marcar la piel. “Al final no nos la vamos a quedar”, dicen, aludiendo a lo efímero del tejido humano.
Las dos amigas reflejan en sus cuerpos episodios vitales que se han convertido en hitos. Margherita acaba de tatuarse un ojo con tres lágrimas, tras el final de una relación sentimental: “Las lágrimas, por lo sufrido y el ojo, por si ayuda a tener un tercero, ya que con dos ojos no supe ver”, bromea.
Martina, por su parte, reflexiona sobre las ventajas e inconvenientes de llevar tatuajes a la vista. “Siempre tuve que cubrirlos en empleos de cara al público, en tiendas o en hostelería, pero, de repente, es un plus, gusta más mi imagen y se me requiere”, asegura, mostrando un pequeño tatuaje en la sien, el primero que se hace en el rostro, aunque puede taparse con el flequillo.
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