SOCIEDAD

La memoria majorera regresa a Sidi Ifni, cincuenta años después

50 años después de la salida de España de Sidi Ifni varios majoreros recuerdan cómo era la vida en la provincia española número 51

Diego Sanabria, Agustín Vera y Manuel Cruz. Foto: Carlos de Saá.
Eloy Vera 0 COMENTARIOS 21/12/2019 - 08:36

En 2019 se cumplen cincuenta años de la salida de España de Sidi Ifni. Su devolución a Marruecos, el 30 de junio de 1969, dejó al franquismo sin una de sus últimas colonias en África y acabó con el sueño de los miles de españoles que se asentaron en ella en busca de oportunidades laborales.

En sus calles, cines y plazas también se dejaron ver majoreros. Unos para trabajar en el muelle, construido con la arena de las playas de El Matorral y Puerto Lajas; otros, para combatir en la guerra de Ifni en 1957 o hacer el servicio militar. Medio siglo después, algunos de ellos recuerdan cómo era la vida en la provincia española número 51.

La historia española en Ifni comenzó el 4 de abril de 1934. Ese día el coronel Osvaldo Capaz, en nombre del Gobierno de la República Española, tomó Sidi Ifni. Más tarde, el franquismo proyectó sobre ella una ciudad, a semejanza de cualquier otra de la península. Se construyeron edificios públicos y se planificaron barrios, calles y avenidas. Pero quizá, la joya del franquismo en Sidi Ifni fue la construcción de su puerto, una moderna obra de ingeniería diseñada por el ingeniero de caminos, canales y puertos, Vicente Caffareña Aceña, con un teleférico para trasportar a tierra la mercancía de los barcos.

Agustín Vera era un chiquillo cuando empezó a trabajar en el taller de Juanito El Mecánico. Uno de los trabajos que le encomendaban era arreglar los barcos que fondeaban en el muelle de Puerto de Cabras. Entre ellos, el Medina Taña, que junto con el Rosita Soler, se encargaba de trasportar arena de las playas de El Matorral y Puerto Lajas para la construcción del puerto de Ifni. Aquel joven no sabía que aquella arena servía para construir el muelle que más tarde le ayudaría a llenar la despensa.

La aventura africana de Agustín, hoy con 80 años, comenzó en 1963. Su primera parada fue El Aaiún. Allí tenía a su hermano Ángel empleado en Cubiertas y Tejados. A su llegada al Sáhara, Agustín encontró trabajo en la misma empresa. “Era un taller muy grande, acostumbrado al de Juanito, aquello me pareció inmenso”, recuerda.

Luego lo enviaron a Villa Cisneros para relevar al mecánico que Cubiertas y Tejados había destinado a las obras de construcción de la carretera de Villa Cisneros. Llegó un día en el que decidió acabar con la aventura por las colonias españolas y regresar a Fuerteventura.

En la Isla trabajó con la Compañía Ibérica de Montajes y en la factoría DISA hasta que se quedó sin empleo. De nuevo, África apareció como opción, esta vez Sidi Ifni. Allí tenía a otro de sus hermanos, Miguel, trabajando en unos microbuses, propiedad de unos empresarios canarios. Agustín hizo las maletas y se fue. Tenía 26 años. Al principio, solo. Más tarde, lo hicieron su mujer y sus tres hijos; el cuarto nacería en Ifni.


Foto del teleférico de la web El rincón de Sidi Ifni.

La joya del franquismo fue la construcción de su puerto, una moderna obra de ingeniería diseñada por Vicente Caffareña Aceña, con un teleférico para trasportar a tierra la mercancía

En la ciudad encontró empleo de repartidor de embutidos, cervezas y refrescos. “Con este trabajo tuve la opción de conocer Sidi Ifni piedra por piedra. Recorrí todos los bares; el único hotel que había, que era de una francesa, y los puestos fronterizos donde había destacamentos militares”, explica.

Poco después, le llegó la oportunidad de trabajar en el puerto de la ciudad. Lo hizo en los anfibios, las grúas y los teleféricos del muelle. Recuerda a otros majoreros que también estuvieron empleados allí como Andrés Cabrera o los hermanos Roger. La jornada de Agustín terminaba a las dos de la tarde. El resto del día lo dedicaba a trabajar como taxista en un Ford Taurus de Olegario, el cocinero del hospital.

Agustín vivió al principio en la calle Seis de Abril. Más tarde, se mudó a Colominas, un barrio construido por el franquismo para alojar a las familias de militares y de aquellos que trabajaban en organismos oficiales.  Recuerda la buena sintonía entre españoles y musulmanes. Las amistades que creó con sus compañeros en el puerto y lo barata que era la vida en la antigua provincia española. Había pescado en abundancia, carne y naranjas, que los camiones volteaban a granel en el zoco de la calle Badajoz, paralela a la de Seis de Abril.

También tiene presente cómo desde el teleférico veía los manchones de mejillones en la playa. Los fines de semana acudía a los bailes en la Plaza de España, hoy Plaza Hasán II, o al cine Capital, propiedad de unos empresarios canarios. En la pantalla grande se enteraba de la actualidad con las noticias del NO-DO, que se proyectaban antes del inicio de la película, y se entretenía viendo a Manolo Escobar, Paco Martínez Soria… y las películas de tiros. “Después de eso no he ido más al cine”, comenta.


Diego Sarabia.

Guerra silenciada

Los tiros llegaron a Sidi Ifni en 1957, cuando una guerrilla, el Ejército de Liberación Marroquí, empezó una batalla con el ejército español para hacerse con los territorios. Un año antes, Marruecos se había independizado de Francia. Tras la independencia, el rey Mohamed V ponía sus ojos en reclamar las colonias de Ifni y Sáhara Occidental.

Entre 1957 y 1958 se libró la guerra de Ifni, la conocida como guerra silenciada. El conflicto dejó 198 muertos, centenares de heridos y decenas de desaparecidos entre los soldados españoles y un número indeterminado de bajas en el bando marroquí.

España tuvo que renunciar a la mayor parte de Ifni y conformarse sólo con su capital. En la guerra participaron soldados majoreros de guarnición y hasta Fuerteventura, tal y como recuerda el historiador Francisco Cerdeña en su artículo Recuerdos de la Virgen que vino de Ifni 1969-2019, llegaron 200 presos saharauis que “se custodian en un campamento de jaimas al noroeste del acuartelamiento de la capital majorera, algunos de ellos fueron adscritos al alcaide de la prisión de Tefía”.

Diego Sarabia apareció en Sidi Ifni cuando la tranquilidad había vuelto a entrar por la puerta de la ciudad. Llegó un 20 de mayo de 1967, con 20 años de edad, para hacer el servicio militar. Sentado en su casa de Puerto del Rosario explica cómo, en aquellos tiempos, a unos jóvenes les tocaba hacer la mili en Canarias y a otros ir a las colonias en África.

A él lo destinaron a Sidi Ifni. Estuvo durante tres meses en un campamento en la ciudad haciendo la instrucción y luego los enviaron al cuartel de Tiradores de Sidi Ifni número 1. Diego pertenecía a la compañía de servicios, donde se encargaba del sistema de radio. “Otros eran oficinistas, chóferes. Éramos 35 soldados y un cabo primero, Antonio Domínguez, que también era majorero”, señala.

Recuerda cómo en la montaña de Boulalam se quedaban “en trincheras bajo tierra”. “Había habitaciones y todo bajo tierra. Estuvimos tres meses en ella.  Luego volvimos a la retaguardia, a unos 30 kilómetros de Boulalam y, más tarde, a primera línea”. Con la compañía de un cañón y una ametralladora, anotaban desde el punto de observación todos los movimientos de los soldados marroquíes.

El enemigo al otro lado de la trinchera se solía convertir en amigo. “Eran amigos nuestros. Yo me iba, a veces, a bañar a un riachuelo y hablábamos con ellos”, recuerda. “Ellos siempre nos querían cambiar comida por zapatos y ropa, porque la tenían en malas condiciones”, cuenta como anécdota.

El tiempo libre era para ir al cine y a un bar que solían frecuentar los canarios en la Plaza de España. “Yo no conocía otra cosa”, asegura. Estuvo en Sidi Ifni durante 15 meses y 20 días. En los últimos tiempos, Diego empezó a oír el rumor de que España iba a entregar el territorio a Marruecos. Recuerda ver a un equipo de españoles y marroquíes midiendo los cuarteles que iban a ceder a Marruecos y cómo los llevaban a eliminar la munición al campo de tiro de Boulalam antes de que se produjera la sucesión.


Manuel y un amigo.

Virgen del Pino

El 30 de junio de 1969, Franco hizo entrega a Marruecos de la capital del África Occidental Española. La salida de los españoles había comenzado meses antes. Francisco Cerdeña explica cómo buques de transporte de guerra como el Aragón o el Almirante Lobo se utilizaron en la repatriación, cómo los restos de los españoles sepultados en el cementerio de Ifni fueron a parar al de San Lázaro, en Las Palmas de Gran Canaria, y cómo de la iglesia de la provincia africana se trajeron una réplica de la Virgen del Pino y el paso de Semana Santa: el Santo Entierro, que se ubican hoy en Puerto Lajas y en el sur de la isla, respectivamente.

Agustín Vera se encargó de embarcar la virgen en el puerto de Sidi Ifni. Recuerda cómo el párroco le dio la imagen a Juanita Rodríguez, una mujer majorera que quería traerse la Virgen del Pino para Fuerteventura

Agustín Vera fue la persona que se encargó de embarcar la Virgen en el puerto de Sidi Ifni. Recuerda cómo el párroco le dio la imagen a Juanita Rodríguez, una mujer majorera que quería llevarse la Virgen del Pino a Fuerteventura.

Manuel Cruz nació en Sidi Ifni y estuvo allí hasta los ocho años, momento en el que España abandona el lugar. Su familia, de origen grancanario, se había mudado en los años cuarenta, debido a la profesión militar del padre. Tiene recuerdos nítidos de su infancia en Sidi Ifni. Recuerda las amistades que fraguó con los niños del lugar; las aventuras en el zoco y cómo se entretenían yendo a ver los anfibios al muelle. “Allí no había peligro, era como Fuerteventura hace más de 30 años”, señala.

También tiene presente el momento de la salida de España de Sidi Ifni. “Fue muy impactante. Recuerdo ver llorar a la gente del lugar. Yo no entendía el motivo del llanto, cuando en realidad iban a estar en su territorio. Con el tiempo entendí que fue una invasión de Marruecos, al igual que en El Sáhara”, sostiene.

Manuel va más allá y asegura que “Marruecos no los quiere para nada. Los ha tenido reprimidos, marginados, han hecho un muelle para extraer la pesca de allí y eso ha hecho que la población no encuentre trabajo”.

En 2001, Manuel regresó a la ciudad. Al principio no se orientaba, pero luego encontró un parque donde solía jugar y pronto dio con la que había sido su casa. Explica cómo “la población ha crecido, con respecto a como era antes” y describe el Sidi Ifni donde nació como “un lugar con un toque muy mágico, apartado del Atlántico”.

Después, ha regresado en otras ocasiones a Sidi Ifni, interesado en conocer la huella de sus orígenes. En una de sus visitas, conoció en un cafetín a uno de los presos que estuvo detenido en Tefía, tras la guerra de Ifni. “Me dijo que le gustaría volver para rezar allí porque los majoreros lo trataron muy bien”, comenta.

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