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Laura, la paciente ‘cero’ de coronavirus en las Islas orientales: “Mi miedo era contagiar y hacer el mal a alguien”

“No tenemos que ser egoístas. Hay que tener en cuenta que, por nuestra culpa, alguien muy mayor o con problemas de salud se puede contagiar”

Fotos: Carlos de Saá.
Eloy Vera 0 COMENTARIOS 06/04/2020 - 07:41

El sábado 6 de marzo, Laura, de 28 años, recibió una llamada. Al otro lado del teléfono, le confirmaban que su test de coronavirus Covid-19 era positivo. Se había contagiado semanas antes en un viaje a Italia. Laura se convertía así en la paciente ‘cero’ con coronavirus en Fuerteventura y también en las Islas orientales. Hasta entonces, la Maxorata había ido ganando el pulso a un virus que ha contagiado a más de un millón de personas en todo el mundo. En Lanzarote, los primeros casos no se confirmarían hasta el 12 de marzo.

Laura es peninsular, pero desde hace tres años vive en Fuerteventura. Trabaja en uno de sus hoteles en una zona turística. El pasado mes de febrero, la joven decidió aprovechar unas semanas de vacaciones para visitar a una hermana, de Erasmus en Pisa. Desde allí, tenía previsto moverse en tren a Bérgamo para reunirse con su pareja, de origen italiano, y estar unos días con su familia política.

Llegó mediados de febrero y el permiso de vacaciones. El día 17 cogió el avión rumbo a Pisa. Al aterrizar, le tomaron la temperatura. El termómetro corroboraba que Laura estaba sana y con la mochila cargada de planes para disfrutar del viaje.

Tras permanecer unos días en la ciudad de Pisa, viajó a Bérgamo. En Italia, la epidemia del Covid-19 ya acaparaba los titulares de la prensa. Sin embargo, los italianos seguían haciendo vida normal. La llamada al confinamiento aún no había llegado.

Laura explica a este periódico, a través de una llamada telefónica, cómo en aquellos momentos estaban apareciendo casos en la zona de Lombardía, sobre todo en Milán, pero “no era alarmante porque parecía que la cosa estaba controlada. Todavía no había ninguna ley que impidiera salir a la calle o ir a trabajar. Nosotros, por ejemplo, fuimos a esquiar y las pistas estaban llenas de gente. Había muchos niños, porque coincidió con la semana de Carnaval allí”.

Los primeros casos de la pandemia de coronavirus en Italia se confirmaron el 30 de enero, cuando dos turistas chinos dieron positivo en Roma. Una semana después, un hombre italiano repatriado de Wuhan a Italia dio positivo. El 21 de febrero se confirmaron 16 casos en Lombardía. Al día siguiente, llegaron las primeras muertes.

Unas semanas más tarde, Italia acabó convirtiéndose en el segundo país del mundo, tras Estados Unidos, más golpeado por el Covid-19. Ahora es el tercero con más contagios, por detrás también de España.

El 25 de febrero, Laura regresó a Fuerteventura. Se encontraba bien y dispuesta a volver a su puesto de trabajo y así lo hizo. “Llegué sin sintomatología. Me encontraba muy bien, pero pasaron un par de días y empecé a sentir la garganta seca y un poco de dolor al tragar. Estuve así durante dos o tres días”, cuenta.

“Llegué sin sintomatología. Me encontraba muy bien, pero pasaron un par de días y empecé a sentir la garganta seca y un poco de dolor al tragar. Estuve así durante dos o tres días”

La fiebre y la tos, los síntomas más comunes del Covid-19, no habían aparecido. La suerte hizo que esos días Laura tuviera que hacer su trabajo en una de las oficinas del hotel, delante del ordenador y sin apenas contacto con compañeros y clientes.

Los síntomas seguían sin ir a más. El 2 de marzo, Laura acudió al centro de salud para realizarse un análisis de sangre que tenía previsto desde hacía tiempo. Allí, se encontró con un edificio con carteles en las paredes que la pusieron en aviso. En ellos, se recomendaba que, si había estado en zonas de riesgo como China e Italia y sentía síntomas, lo comunicara al personal sanitario y se pusiera en cuarentena.

Al día siguiente, por la noche, Laura tuvo un pico de fiebre. Se  tomó un paracetamol y consiguió que bajara. Por la mañana, el termómetro volvió a superar los 38 grados. Llamó al hotel y decidió quedarse en casa. La sombra del Covid-19 empezó a rondarle por la cabeza. Fue, entonces, cuando decidió llamar al 112 para que vinieran a hacerle la prueba y así descartar que pudiera estar contagiada.

Laura tiene buenas palabras para el Servicio Canario de Salud y la forma con la que actuaron esos días. “La médica, que se puso en contacto conmigo, me cogió la dirección para traerme comida porque estaba con lo justo en casa y no podía salir”, cuenta. Cuando vinieron a recoger la muestra, los sanitarios se presentaron con una compra para evitar que tuviera que salir al supermercado.

Durante esos días, Laura había ido teniendo algo de fiebre, pero no tos. Jamás la tuvo. Sí la pérdida de olfato. Antes de que salieran los estudios que relacionaban este síntoma con el coronavirus, la joven se percató de que era incapaz de oler. Comenta cómo cuando cocinaba se tenía que acercar mucho a la comida porque “no olía, me ponía perfumes y no los olía, pero en ese momento no lo asociaba a eso”.

Test positivo

Dos días después de recogerle la muestra, le dijeron que la prueba era inconcluyente y que había que hacerle un segundo test. Era viernes, día 5. La joven estaba ya sin síntomas.

El sábado llegó el resultado definitivo, era positivo. Laura se convertía en el primer caso de coronavirus en Fuerteventura. Pocas horas después, se comunicaba a la prensa y la Isla contenía la respiración. El temor a nuevos casos preocupaba a todos.

Laura no tuvo miedo a la enfermedad. Era joven, sin patologías previas y, si seguía las recomendaciones médicas, nada podía fallar. Sí miedo y remordimiento a haber contagiado a alguien.

Tuvo que comunicar a sus compañeros de trabajo los resultados. Su gente más cercana se puso en cuarentena, pero por suerte todos resultaron negativos. También su pareja, que se cambió de domicilio. “Lo que más me preocupaba era decir a mis compañeros que, por mi culpa, no podían hacer vida normal y se tenían que quedar en casa”, cuenta.

“Lo que más me preocupaba era decir a mis compañeros que, por mi culpa, no podían hacer vida normal y se tenían que quedar en casa”

Días después, todos los españoles dejaron de hacer vida normal. Aprendieron a llamar al virus por  su nombre y apellido y echaron a andar el ingenio para ver quién ideaba el meme más original con la que sacar una sonrisa en tiempos de confinamiento. Llegaron los aplausos a los héroes en los balcones y las caceroladas para los que no estaban a la altura. También los anhelos de todo un país por ver aplanar la curva de contagios y muertes.

Laura vivió la cuarentena, aislada en casa, y escuchando cómo se disparaban los casos del Covid-19 en toda España; cómo la curva de fallecimientos no se aplanaba; cómo la Organización Mundial de la Salud anunciaba la pandemia y cómo iban apareciendo nuevos positivos en Fuerteventura. Dos semanas después de los primeros resultados, dos test confirmaron que la joven estaba curada.

Llegó el alta epidemiológica y, poco después, el alta médica. La noticia saltó a la prensa el 19 de marzo. Ese día todos los majoreros celebraron el alta de Laura desde sus casas.

Quiere contar su historia para llamar a la calma, lanzar un mensaje de optimismo y, sobre todo, para animar a la gente a seguir respetando las normas y a continuar quedándose en sus domicilios.

“Ahora lo que está en nuestras manos es quedarnos en casa. No tenemos que ser egoístas y pensar en nosotros mismos. Sobre todo, hay que tener en cuenta que, por nuestra culpa, alguien muy mayor o con problemas de salud se puede contagiar”.

Tras la enfermedad, le ha tocado vivir otra cuarentena. La misma que tienen el resto de los españoles a la espera de nuevas órdenes de confinamiento o del anuncio de que se ha conseguido ganar la guerra al Covid-19.

Por suerte, su casa tiene una terraza desde la que disfrutar del sol cada día. Aprovecha los 20 minutos que dedica a la semana para ir al supermercado para “respirar el aire de Fuerteventura”.

El mensaje que saca de todo esto es que “más vale prevenir que curar”. Antes de despedirse, insiste en que “lo más importante es cuidar a los demás y pensar más en ellos que en nosotros”. Finaliza la llamada con alegría. El sol de su terraza le espera.

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