Parece que el Covid-19 tiene una gran capacidad de contagio, aunque no tanta como la que tiene el miedo.

El plan de desescalada que ha propuesto Canarias aún no es firme. Es decir, que el Gobierno lo puede aprobar o lo puede corregir, o retrasar o tirarlo a la basura. Así que habrá que mantener la calma, tanto los que quieren salir ya en tromba como los que piensan que es una barbaridad, que nos quieren matar a todos.

En Lanzarote, después de seis semanas de confinamiento, este viernes por la mañana había 36 casos activos, uno por cada 4.194 personas. No sabemos la cifra de asintomáticos, pero si no la sabemos pues no la sabemos. Supongo que en esta ocasión, como en todas, se toman las decisiones en base a lo que se conoce, no a lo que se desconoce.

Cuando comenzó el conflicto nos explicaron que el virus iba a seguir con nosotros después, y que deberíamos cambiar nuestros hábitos pero que había que hacer un esfuerzo para aplanar la curva y evitar el colapso de los hospitales. En Lanzarote esa situación no se ha llegado a dar.

Dice el Comité de gestión de la emergencia sanitaria que los beneficios de las medidas propuestas son muy superiores a los riesgos que conllevan. Se ha publicado que el virus entró en España en febrero y por 15 vías diferentes, un mes antes del confinamiento, cuando nadie tomaba una medida de seguridad. Sin ser un gran experto, sería poco probable que se repitiera el mismo escenario después de un mes y medio de encierro y tomando medidas de precaución. Aún así, ¿puede salir mal? Sin duda.

Pero todo esto da igual. Dice José Antonio Marina en 'Anatomía del miedo' que no hay especie más miedosa que la humana: “Es el tributo que hemos de pagar por nuestros privilegios”. Respondemos psicológicamente al miedo, asegura, con mecanismos próximos a los que usan los animales: huida, ataque, inmovilidad y sumisión. Y añade que la inteligencia libera y a la vez entrampa. “Nos permite anticipar qué va suceder -información útil para para sobrevivir- pero puede pasarse de rosca y provocar esas patologías de la anticipación que tan bien conocen los psiquiatras”.

El miedo es un buen argumento publicitario. Qué sería de la publicidad sin el miedo. También se usa en política. Estamos cansados de que se utilicen argumentos para generar miedo (al pobre, al inmigrante). Pero esto de transformar el miedo en un argumento no puede ser.

Todos tenemos miedo, al virus y a muchas cosas, pero hay debates internos que se pueden hacer a puerta cerrada.

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