A día de hoy la situación epidemiológica de Fuerteventura sigue libre de covid-19: cero fallecidos, cero ingresados en hospital, cero ingresados en UCI. Sin embargo, hay 25 inmigrantes que han llegado en patera contagiados. Pero están totalmente aislados en centros de acogida y controlados por las autoridades sanitarias. Ninguno con síntomas y pasando la cuarentena obligatoria. Los que se ven por las calles paseando no son esos. Son los que llegaron hace mucho tiempo y han pasado no una, sino varias cuarentenas. Están sanos, no son delincuentes ni prisioneros. De acuerdo con las leyes españolas, tienen la misma libertad de movimientos que nosotros.

Lo que pasa es que no tienen a dónde ir y salen de su recurso alojativo a pasear. Llaman la atención porque son de raza negra y además pobres. Lo digo porque no debiéramos generar alarma en una situación complicada en la que nos vemos afectados por dos fenómenos mundiales muy complicados pero diferentes: una pandemia tremenda y el fenómeno de la inmigración irregular que vuelve a afectarnos con dureza.

Los asuntos complejos no se resuelven con las entrañas ni con impulsos irracionales. El racismo, la xenofobia y la aporofobia no resuelven ninguna situación. Más bien al contrario, la agravan. En situaciones tan complicadas es cuando tenemos que sacar a flote nuestra mejor versión como seres humanos, y poner todo lo que esté a nuestro alcance para tratar de encauzar estos fenómenos que se producen en todo el planeta.

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