La exjugadora de la selección española de baloncesto Drágana Balde Brito cambia la cancha por las calles y el balón por la música para luchar contra el racismo
Drágana: nace una nueva voz contra la xenofobia
La exjugadora de la selección española de baloncesto Drágana Balde Brito cambia la cancha por las calles y el balón por la música para luchar contra el racismo
Drágana ha optado por aprovechar su talento musical en la lucha contra el racismo. Dice que “la música siempre ha estado dentro de ella”. Ahora tiene un mensaje, en lugar de un balón, que lanzar y un nuevo rival al que vencer: la xenofobia. En poco tiempo, ha logrado que su tema freestyle de denuncia social cuente con más de 30.000 visualizaciones en Facebook y otras 21.000 más en Instagram.
Tras dejar el deporte profesional, ha querido comprometerse con la lucha contra el racismo a través de la música. “No quiero que las generaciones venideras sufran esos ataques que sufrieron mis padres por estar enamorados. Tampoco me gustaría que otros niños como yo, mestizos, tengan que pasar por lo que vivió mi familia”, explica.
Con tan solo 20 años, esta joven, de padre guineano y madre lanzaroteña, explica cómo ha vivido en primera persona el racismo. Sus padres tuvieron que lidiar con una sociedad que ha olvidado muy rápido que también migró en busca de un futuro a otros continentes.
Habla de que el racismo está más presente de lo que se cree, aunque “intentan camuflarlo”. Explica que su integridad también se ha visto comprometida en una simple entrevista de trabajo, por ejemplo, cuando le piden que para trabajar se alise su característico cabello al que los blancos llaman “pelo malo”. “Eso es un síntoma de racismo, cuando te piden que disimules una condición genética”, señala.
Como jugadora de baloncesto ha tenido que sufrir también ataques racistas. Con la selección española muchos eran los que la tildaban de querer aparentar una edad menor de la que tenía porque físicamente estaba más desarrollada que el resto de las compañeras o dudaban de su nacionalidad por el color de su piel. “Se sufre mucho en el mundo del deporte con el racismo”.
Aunque sus preferencias musicales son el soul o reggae, algo que atribuye a su herencia genética, ha optado por el reggaeton y el freestyle para lanzar un mensaje claro contra el racismo y animar a la sociedad a actuar ante las injusticias. “Siempre he sentido la necesidad de comprometerme con esta causa”.
Fue tras los sucesos acaecidos en Estados Unidos el mes de mayo cuando le vino la inspiración para componer su nuevo tema que lanzó en redes sociales. Comenzó a escribir a modo de relato. Incorporó la música que le venía a la mente y, gracias, a la generosidad de un amigo, contó con un estudio de grabación para dar vida a las palabras escritas sobre el papel. Durante la grabación creó también el bailable estribillo: “Orgullosa de ser negra”, una frase que define la esencia de esta joven lanzaroteña.
Su mensaje ha calado entre todos los públicos, pero más entre la gente de mayor edad. Drágana considera que esto es reflejo de que la mentalidad entre este colectivo ha cambiado. Sin embargo, lamenta que los jóvenes no hayan seguido la estela de sus mayores.
“Me molesta mucho, porque la juventud se mueve en las redes sociales, pero a la hora de la verdad nunca está ahí”, señala la joven que recuerda que también echó de menos a la población juvenil en la última manifestación contra el racismo que se llevó a cabo en Arrecife. Defiende que “hay que salir a la calle”, tal y como comenta en su tema musical. “Que no se quede en un amago de redes sociales. En este sentido, los jóvenes estamos fallando”, subraya.
En cuanto al drama de la migración y la respuesta que están recibiendo sus protagonistas por una parte de la sociedad lanzaroteña, una vez que llegan a las Islas, esta joven activista señala que se está olvidando el objetivo que les lleva a abandonar su país y su familia: “Buscar un futuro mejor”.
Defiende que muchos son los que viajan motivados por alcanzar una formación para luego poder regresar a sus países y trabajar en favor de su comunidad. “Ahora son ellos los que vienen a trabajar, años atrás éramos nosotros los que nos íbamos fuera. Cuántos canarios no emigraron a Venezuela, Cuba y, más tarde, al Sáhara cuando las cosas estaban mal aquí. Nos ven con los ojos equivocados”, opina Drágana.
Esfuerzo y compromiso
Esta joven ha tenido que esforzarse desde adolescente para mantener un buen nivel en sus estudios, requisito indispensable para su desarrollo como deportista. Dice que le debe mucho al baloncesto. Asegura, que gracias a todo el esfuerzo realizado para forjarse un sitio en el deporte profesional, es hoy una persona “independiente y con una madurez adelantada a su edad”.
“No quiero que las generaciones venideras sufran esos ataques que padecieron mis padres por estar enamorados”, explica
La descubrió Begoña Santana, directora técnica del Club Baloncesto Islas Canarias en un preparatorio internacional de selecciones celebrado en Arrecife en el que las jóvenes jugadoras locales no dudaron en colaborar. A Drágana, con 12 años y jugadora del CB Ariagona por aquel entonces, le tocó pasar la mopa. Un día la abandonó para practicar unas canastas, ejercicios que no pasó por alto Begoña Santana, que se la llevó en septiembre para la isla redonda.
Recuerda de su primer etapa en Las Palmas de Gran Canaria que dedicaba hasta seis horas al día a entrenar. En tan solo un año pasó de ser una jugadora de Lanzarote desconocida a formar parte de la selección canaria y española.
“Es un ejemplo de que quien la sigue la consigue. Al igual que ya lo hiciera un día con el deporte, ahora siento que puedo darlo todo en la lucha contra la xenofobia. Si a mi causa se suman otras personas, estoy convencida de que podemos cambiar la mentalidad de la sociedad. Porque pequeños cambios hacen la gran diferencia”, sentencia.
Confía ahora en llegar a ser azafata de vuelo. Los idiomas los practica con su padre, un incansable trabajador del sector turístico e inquieto lector del que, explica, habla cinco idiomas y que recuerda siempre con un libro en la mano. Dice de su padre que, a pesar de ser una persona sin estudios, trabajó mucho en casa para forjarse un futuro profesional. Es, en su opinión, “un ejemplo del migrante que viene en busca de algo mejor, que se ha preparado para desempeñar su trabajo y poder ayudar a su familia en Guinea Bissau”, país que Drágana espera conocer pronto de la mano de su padre.
Aunque no ha podido conocer aún a toda la familia guineana que desearía, algunos hermanos de su padre siguieron sus pasos y ahora están concluyendo sus carreras con la intención de volver a África para ejercer su profesión.
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