ENTREVISTA

“La corrupción es una rémora para la capacidad de desarrollo de un territorio”

Fernando Jiménez, politólogo

Foto: Adriel Perdomo.
Saúl García 0 COMENTARIOS 23/12/2019 - 07:14

Profesor de la Universidad de Murcia y uno de los mayores expertos en el estudio de la corrupción y sus consecuencias en España. Fue autor del estudio ‘Corrupción en el Paraíso: el desconcertante caso de Lanzarote’. 

También ha dirigido las ‘Jornadas de Calidad de las instituciones democráticas y efectos de la corrupción. Costes económicos e impacto sociopolítico’, en la Fundación César Manrique y acaba de presentar, junto a Francisco Alcalá, las conclusiones de su trabajo ‘Los costes económicos del déficit de calidad institucional y la corrupción en España’.

-¿Cuál es la diferencia entre el déficit de calidad institucional y la corrupción?

-Cuando hablamos de déficit de calidad de las instituciones de gobierno abarca más que simplemente el control de la corrupción. Hay más dimensiones que implican tener baja calidad de gobierno, vas a tener no solo corrupción, sino, por ejemplo, despilfarro. Estamos poniendo recursos públicos en lugares que no alcanzan ni rendimiento económico ni social. Es ineficacia, en líneas generales.

-¿Cuál era el objetivo de este trabajo?

-La idea es llamar la atención sobre un problema que parece muy técnico y que solo preocupa a un sector de la población, cuando el nivel de corrupción o de calidad institucional afecta muchísimo a la vida de la gente y a la capacidad de una sociedad de enfrentarse a los problemas que tiene. Pensamos en el desempleo, el cambio climático, la desigualdad... pero es que la capacidad para enfrentarse a estos problemas depende de la calidad de las instituciones y hay que llamar la atención sobre esto. Mejorar la calidad de las instituciones tiene un premio en cuanto a la capacidad de desarrollo y de productividad, y eso implica mejores salarios, más nivel de empleo... No es un tema de cuatro académicos locos, sino que afecta a los ciudadanos.

-El coste de la corrupción es el doble del dinero que se dedica cada año a educación y, sin embargo, es difícil que los ciudadanos entiendan su importancia. ¿Por qué?

-Porque en el corto plazo la corrupción da la impresión de que genera actividad económica. El ejemplo más palmario es Marbella, con cuatro legislaturas gobernando el GIL que fue creciendo en votos y apoyos. Hay actividad, pero es difícil darse cuenta de las consecuencias negativas. Cuando todos los concejales del GIL fueron metidos en la cárcel, dejaron una deuda de 500 millones de euros que ahora afrontan los ciudadanos que vivían muy alegres en esa burbuja especulativa.

-Hay un relato, interesado o simplista, que dice que la corrupción se trata de manzanas podridas y esto no ayuda a entender que es algo más complejo.

-En último término siempre está el comportamiento individual, pero si eso está en un contexto donde las instituciones funcionan medianamente bien se detecta, se desincentiva rápidamente porque se castiga, y eso sirve. El problema es que se tarda mucho en detectar o no se castiga. Hay construcciones que no se derriban y mandan el mensaje contrario, que merece la pena. Lo preocupante es que esas manzanas se multipliquen y no haya mecanismos para detectarlas a tiempo, porque al final no tienes manzanas podridas, tienes el cesto entero. Cuando tienes instituciones de alta calidad tienes más capacidad para detectar a tiempo y desincentivar.

-¿En España la corrupción es sistémica?

-Si lo comparas a nivel planetario, hay muchos países peores. Estamos entre el veinte por ciento mejor, pero si comparas nuestra capacidad de desarrollo, con el desarrollo del sector privado, nuestra calidad institucional está por debajo. Por tanto, es una rémora para la capacidad de desarrollo. No es un caso desesperado, pero en algunas áreas de políticas públicas ha sido sistémica, como el urbanismo, la contratación pública o la financiación de partidos.

-Aporta en su trabajo propuestas en tres ejes y uno de ellos es el de los contrapesos, como la prensa, el sistema judicial o los organismos reguladores. ¿Cuál de los tres está peor?

-Es difícil afirmar cuál está peor, pero se podría empezar, como locomotora, por el poder judicial. En cuarenta años de democracia hemos mirado para otro lado, se han hecho mil reformas en otros campos y se han hecho parcheos en el poder judicial, pero no hemos tomado en serio que funcione de forma más ágil, y eso es clave. Lo decía Adam Smith: “una sociedad genera prosperidad si la sensación que se tiene es que funciona con cierto nivel de justicia”. No puede ser que estas macrocausas se eternicen. O les damos los medios adecuados, y eso implica medios materiales y humanos, cambios en el proceso criminal que ahora dan muchas ventajas a quienes se defienden, o no vamos a hacer nada.

-La administración de justicia, en general, funciona bien, pero hay casos, que es donde debería dar ejemplo, donde no funciona tan bien...

-Y te da esa sensación de que no todos somos iguales, que hay favoritismos, que se trata mejor a quien tiene poder económico, y eso es demoledor para una sociedad.

“Mejorar la calidad de las instituciones tiene un premio en cuanto a la capacidad de desarrollo y de productividad y eso implica mejores salarios, más nivel de empleo”

-¿Y la prensa? ¿Debe hacer autocrítica o hay que extenderla a todos los ciudadanos, a quienes les debería interesar implicarse en tener una prensa más independiente?

-La responsabilidad es compartida y los ciudadanos también la tienen. La tendencia a no pagar por una buena información tiene consecuencias perjudiciales. Entender el papel de una prensa independiente, que tenga capacidad de control del poder, es fundamental para que la democracia funcione bien. La regulación de publicidad institucional, licencias o subvenciones son aspectos clave, pero también el compromiso de los ciudadanos de mantener a los medios que dan una información profesional.

-¿Tiene algunas características especiales la corrupción en España? ¿Influyen algunos elementos culturales? 

-Hay una tendencia, más fuera de la academia que dentro, donde ya está pasada de moda, de mirar a factores culturales como el catolicismo o la picaresca. Hay que pensar más en factores de tipo institucional, en los incentivos que generan las instituciones para el comportamiento de los actores, que es más importante que los valores. Hemos medido, a través de encuestas, las actitudes particularistas y no tenemos grandes diferencias con el norte de Europa. No es un tema de valores. Lo que sí nos diferencia son las expectativas que tenemos sobre el comportamiento de los demás. Pensamos que en la práctica van a funcionar mal. Esperamos lo peor y, así, pensamos que hay atajos, y que si no lo hago yo, lo hace el de al lado.

-En España hay una excesiva dependencia de las decisiones de la administración para hacer negocios. ¿Cómo influye este aspecto?

-Lo llaman capitalismo de casino o de amiguetes. Está excesivamente extendida en España la idea de que es mejor invertir en los contactos que te abren puertas que hacer una inversión en tu empresa para que sea más competitiva, por eso es tan importante qué tipo de comportamientos queremos incentivar. ¿Para qué quieres una empresa que sea un Ferrari si las carreteras por las que circula están llenas de baches? Pues eso son las instituciones públicas, carreteras que deben estar en buen funcionamiento.

-Hace falta un cambio de mentalidad...

-Un cambio de expectativas. España es un país complejo. No ha habido estrategia pública para formar una economía más interesante, pero muchos lo han hecho de forma espontánea. Han mejorado los niveles de exportación y eso lo han hecho las empresas sin una estrategia en el Gobierno. Si se hubiera acompañado de políticas públicas, hubiera sido más efectivo.

-¿Por qué tanta diferencia entre comunidades autónomas? La idea de que en el País Vasco y Navarra hay menos corrupción es generalizada, mientras que hay más en Canarias o en Valencia. ¿Por qué esa diferencia?

-Cuando hacemos mediciones sobre el nivel de calidad del gobierno, País Vasco y Navarra salen con mayor calidad y Canarias, Andalucía y Extremadura en la cola, pero hay un factor difícil de controlar, y es que dominan más recursos por el concierto y su estructura económica. Los servicios públicos funcionan mejor, pero también están mejor financiados.

-No se puede decir que los vascos sean más honrados que los canarios. 

-Cuando preguntamos directamente a los ciudadanos, no hay grandes diferencias en lo que piensan sobre la honradez de sus conciudadanos.

-En Canarias, ¿la corrupción responde a su estructura económica, del turismo y la construcción?

-Cuando tienes una dependencia tan grande de un sector determinado, ese sector tiene una capacidad muy grande de captura de las políticas públicas y de los gobiernos. Lanzarote es un ejemplo. Tiene un discurso muy interiorizado por la gente, por el liderazgo de César, de la necesidad de poner límites y, sin embargo, de votar a los alcaldes más desarrollistas que daban licencias saltándose las normativas. Hay un doble código, te da el mensaje de que la gente tiene claro lo de los límites, pero al final vivimos de un sector y hay que favorecerlo incluso por encima de la normativa.

-Dice usted que lo más interesante de la corrupción en Lanzarote es la lucha contra la corrupción.

-Sí. Caeremos en un cierto pesimismo o melancolía mirando lo negativo, pero en Lanzarote hay mucho que aprender de la lucha contra la corrupción. Está la Fundación y muchos funcionarios públicos que han hecho su trabajo de manera profesional y manteniéndose ahí, y de muchas asociaciones de la sociedad civil que son extremadamente débiles en cuanto a la cantidad de apoyos, pero han tenido valentía y talento en su estrategia para enfrentarse a la corrupción. Entre los trabajos que hicimos había una comparación con Menorca, que son dos de las pocas zonas que hicieron un esfuerzo por la contención con planes supramunicipales. En Menorca no ha habido corrupción urbanística que llame la atención y en Lanzarote ha sido brutal. ¿Qué lo explica? La presión económica. El rendimiento en Lanzarote es tan fuerte, con doce meses de explotación frente a tres meses de Menorca. Con los límites de su Plan Insular, en la isla balear era suficiente para las necesidades de los promotores. Aquí, por mucho que subas el límite, hay incentivos para superarlos y para la corrupción. La dependencia tan grande de esta industria y el mal funcionamiento de las instituciones, la facilidad para ser capturadas por intereses privados, hace que se salten las normas y explica por qué son tan distintas.

-Las operaciones contra la corrupción son muy llamativas y hace años que no se producen. Se podría pensar que ya no hay corrupción y todo funciona bien.

-Es un enorme error si no has hecho los aprendizajes oportunos, que no es solo mandar a la gente a la cárcel. Tienes que mejorar el funcionamiento de las instituciones de gobierno, donde has detectado la falta de controles. O haces las reformas para que no vuelvan o cuando venga otra ola de especulación urbanística tendremos los mismos problemas y veremos los mismos paseíllos judiciales.

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