Nelson Sánchez es saxofonista y trabajaba principalmente en hoteles. La crisis del coronavirus ha provocado el cierre de un circuito cultural vinculado al turismo que tiene difícil sobrevivir
“Los músicos están en una situación tan precaria que a algunos no les queda ni paro”
Nelson Sánchez es saxofonista y trabajaba principalmente en hoteles. La crisis del coronavirus ha provocado el cierre de un circuito cultural vinculado al turismo que tiene difícil sobrevivir
Cada noche, Nelson Sánchez cogía su coche, cargaba el saxo y se iba a tocar a algún hotel o bar. Lleva haciéndolo de lunes a sábado durante años. La última vez fue el 13 de marzo, un día antes de que el Gobierno español declarase el estado de alarma por la crisis sanitaria. El coronavirus lo obligó a bajarse del escenario. Sin embargo, se niega a silenciar el instrumento que conoció con nueve años y al que juró amor eterno con apenas 14. Por delante, le espera un futuro incierto. La incertidumbre que sufre el gremio de la música se acrecienta en los que, como él, para sobrevivir tienen que tocar en bares y hoteles.
Nelson Sánchez nació en Caracas, Venezuela, el mismo año que Italia ganaba a Alemania en el mundial de fútbol de España, 1982. Sin embargo, a él, más que el balón debió atraerle el saxo. Con nueve años empezó a estudiar el instrumento y con 14 se dedicaba profesionalmente a él. Es decir, recibía dinero a cambio de música.
De madre española, madrileña para más señas, Nelson tuvo una infancia con saltos de Venezuela a España hasta que con 14 años se mudó a Galicia. Luego, llegaron los días de conservatorio, los conciertos y, más tarde, Fuerteventura. “Tenía un amigo que vivía en las Islas, me informé de cómo estaba la situación musical en Canarias, me dijeron que era buena e intenté probar”, recuerda por teléfono.
En 1999, se echó el saxo a la espalda y viajó a Fuerteventura. Cuenta la desolación que sintió cuando se bajó del avión y empezó a moverse por las calles. “No había movimientos musicales, ni locales de jazz, me chocó el parón”, recuerda.
Sin embargo, empezó a buscarse la vida. Lo primero que hizo fue ir a la Escuela Insular de Música. “Pensé en ir allí y hablar con los profesores y, si tengo la oportunidad de tocar con ellos, mejor”, señala. Y apareció la oportunidad. No tardaron en llegar las llamadas para que el venezolano los acompañara en algunos conciertos. De aquella época, recuerda actuaciones con Caco Senante o el cubano Pablo Milanés en una de sus visitas a la Isla. Ha tocado jazz, pop, rock, flamenco... No es músico de ceñirse a un estilo, defiende que, “música bien hecha sólo hay una”.
Saxo y flamenco
Un día se tropezó en el camino con Anna Villacampa, una bailaora catalana afincada en Fuerteventura que ha conseguido colocar el flamenco en la agenda cultural de la Isla. No recuerda cómo fue el encuentro, pero sí que le preguntó qué hacía esa misma noche. El plan seducía: una actuación en un bar de Corralejo. Nelson no pudo decir que no. De aquel primer encuentro, hace ya unos diez años.
Nelson se suma a la petición de muchos profesionales de la cultura en Fuerteventura que claman más ayudas y un circuito cultural insular donde sus productos tengan cabida
Con Anna ha actuado en auditorios de Fuerteventura y de otras islas, en El Candela, una sala mítica del barrio madrileño de Lavapiés por el que han pasado Paco de Lucía, Camarón, Enrique Morente o los Ketama, o en el Teatro Filarmónica de Pomerania, en Bydgoszcz, Polonia, a través de la Fundación Duende Flamenco.
El saxofonista no oculta la admiración que siente por la catalana. Asegura que Anna le ha abierto “puertas muy interesantes. No pensé que me iba a aportar tanto. Uno ve a una bailaora y piensa qué voy a aprender de esta persona musicalmente, pero he aprendido muchas cosas, entre ellas, el conocimiento profundo del flamenco”.
Nelson, que ha tenido como maestros a grandes del saxo como Pedro Iturralde y Roberto Somoza, asegura que “siempre ha sobrevivido musicalmente. Cuando no es tocando es dando clases, componiendo o arreglando temas para otras personas, pero siempre intentando seguir en lo mismo”.
Sin oferta cultural
En este momento de la conversación, llega el turno de hablar del gremio de la música. La charla en torno al Covid-19 aparecerá después. Asegura que el músico “se ha vuelto tan impersonal, que no puede ir a un sitio a tocar lo que sabe, sino que tiene que hacer lo que quieren escuchar sin ningún tipo de repertorio; es un poco de fichar y me voy. La gente lo ha tomado así y muchos han caído en ese fallo. Ha resultado una involución”.
Nelson se suma a la petición de muchos profesionales de la cultura en Fuerteventura que claman más ayudas y un circuito cultural insular donde sus productos tengan cabida. “Creo que harían falta más ayudas, salas de ensayo y dar la oportunidad a la gente joven y a otro tipo de proyectos que no sean folclore, que también es importante, pero no hay que olvidar que hay gente a la que le gustan otros estilos y quiere evolucionar o, incluso, fusionar el folclore”, explica. Y añade: “al final, no se tiene en cuenta a los músicos canarios a la hora de programar, porque no hay una oferta cultural ni un circuito”.
En pleno estado de alarma, la Consejería de Cultura del Cabildo de Fuerteventura creó el Festival Conectando Fuerteventura Online Fest, una propuesta con la que acercar la cultura a los hogares y a la vez ayudar al tejido cultural de la Isla.
Nelson valora la iniciativa como “superinteresante, pero me da rabia que lo hagan en una casa. Esto debería ser cualquier día. Además, cuando pase todo esto debe haber una programación cultural con una oferta para el turismo y dar opción a la gente joven a exponer su música”.
Al final, “esto demuestra que, con poco dinero, se pueden hacer las cosas y haber una oferta cultural, pero hay que tener un poco de visión. Tenemos un Palacio de Congresos increíble para hacer eso. Sobra infraestructura, lo que necesitamos es apoyo”, apostilla.
Tocar para el público
Si antes necesitaban apoyo, en la era coronavirus los artistas van a necesitar un chaleco salvavidas. Nelson, como muchos músicos de Fuerteventura, han tenido que buscarse la vida con actuaciones en hoteles, bares y restaurantes. El saxofonista actuaba de lunes a sábado para los turistas, en hoteles del sur y del norte. Pero llegó el coronavirus, se cerraron las fronteras y los extranjeros regresaron a sus casas.
“En mi rama no sé cómo va a ser el futuro, yo toco para el público y eso va a ser complicado porque habrá que limitar el aforo, pero un concierto se hace para que esté lleno y sea rentable”, señala Nelson
Luego surgió la música en los balcones y terrazas para entretener a la ciudadanía. Entre risas, comenta que espera que, una vez pase todo esto, ningún vecino se queje del ruido que hacen los músicos cuando ensayan. También tocó a la puerta el parón cultural y unas consecuencias que, aún, resultan muy difíciles de evaluar.
“En mi rama no sé cómo va a ser el futuro, yo toco para el público y eso va a ser complicado porque habrá que limitar el aforo, pero un concierto se hace para que esté lleno y sea rentable”, señala.
Si para cualquier artista será complicado, tal vez más lo sea para aquellos que trabajan vinculados al sector turístico. El resto de los profesionales del turismo pueden, al menos, acogerse a un Expediente de regulación temporal de empleo (ERTE).
Nelson explica que muchos de los músicos se quedan con “un paro irrisorio porque las empresas que los contratan para los hoteles le dan de alta las horas en las que están actuando, no desde que sales de tu casa y hasta que regresas. Luego queda un paro horrible”.
De lunes a sábado, actuaba en hoteles y bares de toda la Isla. Había noches que hacía dobletes, pero “ahora me he visto sin nada”, cuenta este músico que también ha vivido el confinamiento sin poder coger un avión para ir a ver a sus tres hijos, que viven en Gran Canaria con la madre, y con la rabia que da llamar a los teléfonos para informarse de las ayudas y que nadie los coja.
El confinamiento lo está aprovechando para grabar un disco. Será el primero en solitario. También para dar masterclass de improvisación, armonía y lectura con las que poder facturar algo de dinero y para pensar cómo afrontar una reinvención. Antes de despedirse, lanza un último alegato: “dependemos tanto del turismo que nos olvidamos de la cultura”.
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