DESTACAMOS

Así trabajan las mujeres ganaderas

Felipa La Montañeta es una quesería donde se refleja la fuerte presencia femenina en el mundo de la ganadería majorera

Fotos: Manolo de la Hoz.
María José Lahora 0 COMENTARIOS 15/06/2018 - 06:51

Es la madre de Saray y Elisabeth la que da nombre a una de las queserías artesanales más reconocidas de Fuerteventura, Felipa La Montañeta. Una herencia del abuelo, que ahora con 92 años rememora sus inicios, según recuerdan sus nietas, asegurando que “con un macho, dos cabras y 15.000 pesetas” puso en marcha esta granja que se ha convertido en una empresa familiar con un fuerte carácter femenino.

Saray y Elizabeth se criaron entre cabras y viendo a su madre elaborar el queso artesanal. No en vano, la propia Elizabeth decidió venir a la vida cuando su madre se encontraba ordeñando las cabras. Aunque ambas cuentan con otras opciones profesionales han elegido de forma “voluntaria” continuar con el legado familiar del que desde muy temprana edad han aprendido sus entresijos.

Con esta decisión han querido que sus padres cuenten con el merecido descanso que se han ganado tras años de trabajo y darles el relevo en la quesería. Un trabajo que les ha generado muchas satisfacciones pero también preocupaciones, como cuando el año pasado perdieron más de 200 cabras por la paratuberculosis y ahora se encuentran en plena campaña de recría, lo que supone una mayor inversión personal y económica. “Llevamos un año dando de comer a 300 cabras que no producen”, comentan.

A diario, Saray y Elizabeth madrugan para ponerse al frente de su granja en Casillas del Ángel, como siempre han visto hacerlo a sus progenitores y como vienen haciendo desde sus primeros años. “Casi desde que empezamos a hablar comenzamos a ordeñar”, señalan. Aunque afortunadamente a día de hoy disfrutan de más tiempo libre. Aun así les toca diariamente comenzar la faena desde las seis y media de la mañana y estar pendientes hasta las once de la noche o las dos de madrugada si hace falta. Elizabeth se ocupa del ordeño y Saray de la quesería donde se producen los quesos con la leche del día anterior con capacidad para rellenar dos cubas enteras de 2.000 litros.

Una vez que concluye el ordeño, se suma a la elaboración quesera con su herma-na. La primera parte de la jornada concluye sobre las dos y media. Un almuerzo reponedor y un breve descanso darán fuerzas para continuar con la jornada de tarde al frente de la tienda para la que se van turnando y concluir las labores pendientes de la quesería. También deben ocuparse de la recría y de aquellos ejemplares que se encuentren bajo tratamiento veterinario o aquellas que están pariendo, que les llevará a concluir con sus labores más allá de la medianoche.

“Desde queseras a ‘veterinarias’”, así se definen estas dos trabajadoras a las que enorgullece dedicar sus horas a estas labores y a la empresa familiar y en la que ofrecen empleo a otras tres personas. Incluso las hijas de Saray echan una mano en la quesería, sobre todo la mayor, que tras concluir sus estudios dedica más horas a esa labor quesera, mientras su hermana pequeña se encarga en ocasiones de recoger los baifos, aunque cada vez con menos frecuencia, dice sonriendo Saray. Pero aunque han seguido con la herencia familiar de la quesería, no quieren lo mismo para sus hijas por el sacrificio que supone. “Nos gustaría que estudiaran sus carreras”, pero si desean entrar en el negocio familiar tampoco se lo impedirán.

También comentan con ternura su dedicación a la recría a pesar del esfuerzo que les supone. O aquella cabra de nombre Bambi que no salió tan mimosa como esperaban o del primer baifo que nació en abril y que le dieron el nombre de Ruperta. Los animales también se han hecho a ellas. “Somos sus mamás”. Se han quedado dormidas dándoles el biberón, sesenta y siete baifos para alimentar tres veces al día y cuya leche hay que dar con una nodriza porque están saneando la granja de la paratuberculosis. Las crías de las cabras que pueden estar infectadas las retiran y se alimentan gracias a una máquina que les saca la leche día y noche, aunque a las madres no les gusta que las aparten de sus crías. “Nos muerden”, comentan entre risas.

Tampoco es plato de gusto para estas ganaderas tener que retirarle a sus crías, pero los resultados son espectaculares. “La tasa de mortalidad con el proyecto nodriza es del 1 o 2 por ciento, mientras que en montaña la mortalidad llega al 30 o 40 por ciento. Las tenemos mimadas y es otra calidad de vida que permite sacar los animales adelante”, explican con satisfacción.

Con 35 años de historia, la quesería ha evolucionado de una producción para consumo propio a la comercialización. La propia Felipa también tuvo que compaginar su dedicación a la granja con otros trabajos. Así, Elizabeth cuenta como su madre antes de partir a limpiar apartamentos se ocupaba de ordeñar las cabras y al regreso a elaborar el queso. Ahora la quesería cuenta con unos 1.300 ejemplares de cabra majorera contando con la recría, que suma unos 350 baifos que no podrán dar leche hasta noviembre, y una producción diaria de 2.000 litros que permiten elaborar unos 250 kilos de queso.

“Tradicionalmente, la ganadería ha sido un trabajo femenino”, defiende Elizabeth, quien ensalza el papel de la mujer en el campo majorero e insiste en que “es más importante de lo que se conoce”

“Tradicionalmente, la ganadería ha sido un trabajo femenino”, defiende Elizabeth, quien ensalza el papel de la mujer en la agricultura y la ganadería de Fuerteventura e insiste en que “es más importante de lo que se conoce”. “Menos echarles de comer a las cabras” el resto de las labores han sido realizadas por mujeres, añade. Hasta el pastoreo puede ser ejercido por mujeres, quienes al contrario que los maridos se han visto sin reconocimiento en materia de derechos labores durante mucho tiempo, como el carecer de contrato mientras los hombres eran los que aparecían como autónomos.

La apuesta de las jóvenes queseras ha permitido también innovar en el mercado del queso artesanal y así incorporar nuevos sabores al tradicional, tales como el de tuno indio, miel y nueces, o la última adquisición, el de canela, que aseguran que “han sido todo un acierto”. Algo que comenzó como una forma de “salir de la rutina y un aliciente para seguir adelante” se ha convertido además en un distintivo de Felipa La Montañeta. Aunque mantiene la esencia de la quesería tradicional con los clásicos semicurados al pimentón o gofio, entre otros.

Del amasado a mano se ha pasado a los nuevos útiles que les permiten mejorar y aumentar la producción para poder atender los pedidos y continuar con un proceso artesanal bajo las exigencias de los reglamentos sanitarios. Aun así conservan los utensilios de antaño. La cuajada es la misma para todos los quesos. Ahora las ordeñadoras hacen buena parte del trabajo y la leche pasa directamente a los tanques de frío y la propia cuba es la que se ocupa de remover y cortar la cuajada, “no como antes”, comentan. “Me acuerdo que antes era con un barreño enorme y un palo que mi abuela había hecho y era todo moviendo y más tarde nos sentábamos a amasar la cuajada con las manos”, evocan. “Las manos las seguimos utilizando, porque nosotras llenamos los moldes y salamos manualmente”.

La limpieza es muy importante en la quesería, donde se pasan de forma satisfactoria semanalmente controles sanitarios que les han valido diversos certificados de garantía. También es una de las granjas que se encuentra dentro del control lechero de la cabra majorera con el objetivo de mejorar la cabaña lechera para seleccionar los ejemplares con mayor porcentaje de caseína. “Contamos con uno de los doce machos con mayor porcentaje de caseína de la Isla”, concluyen orgullosas estas hermanas que han heredado el talante trabajador y emprendedor de su predecesora.

Añadir nuevo comentario