Una investigación arroja luz sobre la leyenda del industrial que compró Jandía
Desmontando a Winter
Una investigación arroja luz sobre la leyenda del industrial que compró Jandía
Dice el investigador Luis Abaroa que la leyenda “forma parte de la propia historia” y, sin embargo, su libro Gustav Winter, con otra luz, destila cierto afán justiciero en torno a la figura del industrial alemán que fuera propietario de la Dehesa de Jandía y de la casa que se ubica en la zona, la misteriosa Villa Winter, edificación que desde 1997 está en manos del grupo turístico Lopesan.
El empresario, “que era más emprendedor que conseguidor”, según este biógrafo, ha terminado convirtiéndose en un personaje novelesco en el imaginario colectivo, que arrastra mitos, “la mayoría completamente desmontables y otros muy dudosos o indemostrables”.
La propia familia Winter ha salido a desmentir a lo largo de las últimas décadas distintas informaciones aparecidas no solo en prensa, sino en documentos oficiales, como el supuesto pasado colaboracionista nazi de su antepasado, la puesta a disposición de los terrenos de Jandía para los intereses bélicos de la Alemania del Tercer Reich e, incluso, la estrecha relación con el dictador Franco.
En menor grado, ha trascendido su faceta de emprendedor y filántropo, ayudando a desarrollar Jandía con sus actividades, como la agrícola. “Con el queso tuvo muchísimo éxito”, según explica Abaroa. Winter también hizo donaciones de terrenos y puso en marcha la escuela y servicios de comedor, religiosos y farmacéuticos. “Puede decirse que fue prócer de Morro Jable, cuya población pudo prosperar con las oportunidades que le brindaron estas actividades empresariales”.
Todo ello, no obstante, “con las características propias de la terratenencia”, admite el escritor, “aunque resulta destacable que, antes de volver, en el año 47 ó 48, se interesara por la situación de los medianeros y pobladores de Jandía”, dice el autor del libro.
Entre las muchas ideas del ingeniero germano para Jandía se cuentan también una gran plataforma pesquera y naviera, que finalmente no prosperó, o la actividad tomatera, que, tras algunos años, cambió por el incipiente turismo. Esto tampoco cristalizó como le hubiera gustado al industrial, algo que, seguramente, habría ocurrido si Winter hubiera sacado el rédito esperable de los importantes contactos que le adjudicaban.
“Le faltaba alguna cualidad como empresario y tampoco ayudaba la situación geoestratégica de la finca”, dice Abaroa. Hay que pensar en las dificultades en las relaciones laborales con algunos agricultores y ganaderos, aunque solo fuera por el choque cultural.
“Le faltaba alguna cualidad como empresario y tampoco ayudaba la situación geoestratégica de la finca”, dice Abaroa
Pero la leyenda tiene su propio recorrido fuera de la andadura vital y profesional de la persona. Así, Gustav Winter integra una lista negra elaborada por la Inteligencia Británica en 1947, donde se menciona a 104 personas “que vivían en España al amparo del Generalísimo Francisco Franco, que les daba protección y seguridad”.
En realidad, Winter mantuvo buenas relaciones con todas las autoridades estatales de la época que le tocó vivir, sobre todo con el gabinete de Primo de Rivera (1923-1929). También están documentadas las cacerías organizadas en Jandía para miembros del posterior Gobierno franquista.
Sin embargo, no termina de demostrarse este pretendido compadreo, habida cuenta de las dificultades que puso la Segunda República a la venta de suelo a foráneos, una ley que respetó el régimen de Franco, (la Ley de Gil Robles de 1935 impedía en algunas zonas de España la adquisición de un cierto porcentaje de terreno por extranjeros), por lo que Winter tuvo que acceder a la propiedad a través de testaferros, en calidad de administrador único de la empresa Dehesa de Jandía SA, que compró la península en 1941.
Por otra parte, la citada lista negra parece más bien, en opinión de Abaroa, “una de las estrategias de los ingleses para tirar por tierra la imagen de país neutral que quería proyectar Franco, aunque es verdad que España no lo era tanto”, reconoce. Viene a decir el investigador que la actividad de Winter vino al pelo para reforzar la teoría conspiratoria británica. En cuanto al supuesto colaboracionismo nazi del empresario, se trata de un tema especialmente doloroso para sus descendientes, que se han cansado de desmentirlo públicamente durante años.
De hecho, Abaroa sugiere que el dato de leyenda que más se acerca a la realidad es “la obediencia (cuyo grado estudiamos aún) al régimen alemán durante la ocupación francesa”. Así, se ordenó la cesión de material de construcción de barcos en los astilleros que Winter tenía en Francia y que los alemanes estaban reflotando para la construcción de sus bases de submarinos en el Atlántico. “Hay una diferencia entre colaboracionismo nazi y colaboración forzosa en conflicto bélico”, puntualiza el escritor.
Pistas de aterrizaje
El resto de indicios que se manejan en otras teorías acerca del pasado del industrial no parecen estar documentadas (“si lo están, sin embargo, otros en sentido contrario”). Se habla de experimentos médicos en la casa de Jandía, espías, pasadizos secretos, submarinos y hasta una pista de aterrizaje alrededor de la casa que, supuestamente, habría sido usada en las operaciones militares y que para Abaroa “no se diferencia mucho del suelo de las gavias que la rodean”.
Sí se construyeron, sin embargo, no una sino dos pistas, pero “después de la guerra” y por motivos bastante menos literarios, como fue “la necesidad de evacuación de los residentes, ya que se trataba de un terreno aislado con una carretera impracticable para el transporte ordinario, cuanto más para una emergencia”, indica. Además, se ha sabido que Winter sufrió un triste episodio con uno de los hijos que tuvo con Isabel Akthaus, su segunda esposa, que al parecer falleció tras el parto.
En el caso del segundo aeródromo, parece relacionado con las aspiraciones de Winter de convertir Jandía en un enclave turístico “una vez se dio cuenta de que ese era el futuro, lejos de la agricultura, por lo que abandonó el tomate”, dice el escritor. La realidad es que alguna aeronave de hélices llegó a aterrizar en la pista (como lo hicieran los cazadores del Régimen, años antes, en la otra pista), aunque la iniciativa tampoco cuajó.
El Estado ya contaba con un aeropuerto “y para autorizar otro tendría que liberar presupuesto, además de acometer unos trámites burocráticos imposibles para la época. En los comienzos de la dotación aeroportuaria en España no se iba a admitir un aeródromo privado que escapara al control administrativo nacional. Incluso el primero se mantuvo solo por afinidad con las autoridades militares”, aclara Abaroa.
El caso es que el alemán intentó atraer el turismo y llegó a grabar un documental titulado Vacaciones en Fuerteventura, en el que se mostraban las bondades de la Isla y que fue proyectado en las dos islas capitales de Canarias e incluso en Alemania. De hecho, hay quien vincula indirectamente la llegada de Willy Brandt con esta promoción, aunque el canciller alemán llegó cuando Winter ya había fallecido. Irónicamente, su sueño turístico se ha cumplido con los años y, en la actualidad existe cierto trasiego de visitantes a la casa y la finca de Jandía, aunque con un objetivo bien distinto al sol y playa: la historia negra de su propia persona.
Según un estudio reciente, no termina de demostrarse el pretendido compadreo con el franquismo, que impedía por ley la adquisición de terreno a extranjeros
Grupos políticos, como es el caso de Podemos en el Cabildo de Fuerteventura, han solicitado la protección y conservación de la casa e incluso su declaración como Bien de Interés Cultural: “Además de su valor cultural e histórico, la Casa Winter podría convertirse en un atractivo sin igual en el Sur de la isla tras una escrupulosa restauración respetuosa con su herencia y leyenda”, indicó el portavoz de la formación, Andrés Briansó, que pide también que un equipo profesional investigue “los tesoros y secretos que han inspirado a tantos artistas y a todos los visitantes”. Justo el deseo contrario al de la familia del industrial.
Luis Abaroa, que fue compañero de estudios de Carlos Winter, uno de los hijos del segundo matrimonio de Gustav, en el centro Pérez Galdós de la capital grancanaria, se afana, precisamente, en aclarar lo que de cierto y de mito hay en la figura del alemán. “La familia había tirado un poco la toalla, pero, por fortuna, tras años de trabajo y por afinidad con mi punto de vista, me ha dado acceso a sus archivos personales, a documentos inéditos o correspondencia real”, explica el biógrafo.
En su labor de documentación y estudio, ha podido contactar con el investigador austriaco Alexander Peer, él mismo ingeniero, que se sintió fascinado por la historia de Winter. Peer siempre defiende la simpleza de la llegada del alemán a Jandía “porque se prendó de la finca que vio casualmente desde su velero, como se lee en sus diarios, ya que era un enamorado de Fuerteventura y Lanzarote”, ha indicado en distintas entrevistas.
Un supuesto que choca con la versión del novelista Alberto Vázquez-Figueroa: “A nadie se le ocurre hacer un caserón como aquel en un lugar tan perdido. Si ahora para llegar te juegas la vida, en los años 40 debía de ser mucho más peligroso. Algo muy importante tenían que esconder para construir ese monstruo en un sitio absolutamente inaccesible”, ha dicho el escritor de best-sellers.
Un interés que ya Abaroa achacó a las pretensiones de Winter de desarrollar Jandía de todas las formas posibles: industrialmente, con actividad agrícola y pesquera y, finalmente, turísticamente. Proyectos algunos infructuosos en su día que, en palabras de Abaroa, “quedaron bajo la niebla de la leyenda, reinterpretados interesadamente, lo mismo que la biografía de Winter y la propia Jandía durante la Segunda Guerra Mundial y cuyo mito, probablemente, no existiría si se hubiera desarrollado industrialmente”, apunta Luis Abaroa.
El investigador está volcado en este apasionante episodio y prepara un proyecto enciclopédico de una decena de volúmenes, en los que está “trabajando a la vez”. Los siguientes tomos se centran en el período de 1925 a 1950. Sin duda, una obra que ayudará arrojar luz sobre la personalidad histórica que es Gustav Winter.
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