Su aspecto de tabla de windsurf de ciencia ficción o de piragua futurista esconde lo último en tecnología de navegación a vela
Dos veleros robotizados miden la huella del cambio climático en el Atlántico
Su aspecto de tabla de windsurf de ciencia ficción o de piragua futurista esconde lo último en tecnología de navegación a vela
Durante los próximos cuatro meses, dos tablas de windsurf con aspecto de haber salido de ‘Madmax’, ‘Blade runner’ o cualquier película futurista recorrerán el Atlántico y el Mediterráneo; no son dos barcos cualquiera, son lo último en navegación robotizada y van a medir la salud del océano.
La Plataforma Oceánica de Canarias (Plocan), la gran apuesta española por liderar las tecnologías marinas en los próximos años, ha liberado este viernes en la costa de Gran Canaria dos pequeños veleros autónomos cargados con todo tipo de sensores científicos que van a tomar datos sobre la acidificación de las aguas que provoca la creciente presencia de dióxido de carbono en la atmósfera.
Se trata del experimento ‘Atl2Med’ (acrónimo de "Del Atlántico al Mediterráneo"), que involucra a doce instituciones científicas de Alemania, Francia, Portugal, Bélgica, Finlandia y España y cuyos protagonistas son los últimos prototipos de la empresa Saildrone.
Como el nombre de su fabricante ya sugiere, los dos veleros son dos "drones" marinos, con capacidad para navegar tanto de forma autónoma como pilotada vía satélite desde su centro de control en Alameda (California, EEUU), a casi 9.500 kilómetros del lugar donde han sido botados al Atlántico, en la costa este de Gran Canaria.
Su aspecto de tabla de windsurf de ciencia ficción o de piragua futurista esconde lo último en tecnología de navegación a vela: los dos "saildrones" están propulsados por una peculiar ala con cola para optimizar el empuje del viento, heredera del diseño que su creador, el británico Richard Jenkins, ideó para batir el récord de velocidad a vela en tierra con el "Greenbird", un bólido que recorrió el desierto de Nevada a casi 203 km/h hace diez años.
Y su resistencia ha sido probada a conciencia hace solo unos meses: estos pequeños barcos autónomos completaron a principios de este año una de las pruebas más duras posibles en el mar, circunnavegar la Antártida, recorriendo casi 22.000 kilómetros en el empeño y en el viaje de regreso a su base de en Estados Unidos.
Los dos barcos sirven ahora a un propósito científico, en una ruta que les llevará primero a Cabo Verde, para luego regresar a la Estación de Series Temporales Oceánicas de Canarias (una boya en el Atlántico situada 130 kilómetros al norte de Gran Canaria, que lleva 25 años recogiendo datos meteorológicos y del mar), poner rumbo a Madeira, cruzar el estrecho de Gibraltar, seguir la costa de España y Francia, rodear Italia por Sicilia y terminar viaje en Trieste.
"El objetivo de esta misión será recoger información sobre el dióxido de carbono en el agua y la acidificación del océano. El otro objetivo es estudiar las corrientes en la costa, en ámbitos que tienen que ver con la temperatura del agua en la atmósfera y también con la acidificación y la biología del agua", ha explicado una de las operadoras de los dos barcos robotizados, Katie Cornetta.
Cornetta ha subrayado el interés que las doce instituciones científicas implicadas en esta misión tienen en parámetros relativos al cambio climático y su efecto sobre la presencia de CO2 en el agua, la temperatura de la superficie del mar o los cambios en los regímenes de vientos y corrientes en el océano y el Mediterráneo.
"Se van a medir muchas cosas, pero el parámetro principal será el CO2. Entender cómo funciona (su ciclo entre atmósfera y océano) es uno de problemas claves para estudiar el cambio climático", ha añadido la técnica estadounidense el director de Plocan, Octavio Llinás, que subraya que los datos obtenidos se cruzarán además con los que proporcionan varias boyas fijas de los países colaboradores.
En el proyecto 'Atl2Med' participan el Centro Helmholtz para la Investigación Oceánica (Geomar) y el Instituto para la Investigación Costera Helmholtz, de Alemania; el Instituto Francés de Investigación para la Explotación de la Mar (Ifremer);el Centro Nacional para la Investigación Científica (CNRS) y el Laboratorio Oceanográfico de Villefranche, de Francia; y el Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología (INGV) y el Instituto Nacional de Oceanografía (OGS), dE Italia.
También el Instituto Hidrográfico de Portugal; la Delegación Europea del Sistema de Observación Global del Océano (EuroGOOS), Bélgica; la Infraestructura Europea del Sistema de Observación Integrado del Carbono (ICOS-OTC), de Finlandia; y la Plataforma Oceánica de Canarias, de España.
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