El bajo rendimiento económico de la viña, sus elevados costes de mantenimiento y la falta de relevo generacional requieren de una compensación para mantener un paisaje agrario único
La difícil lucha de la viña contra el abandono en el corazón de La Geria
El bajo rendimiento económico de la viña, sus elevados costes de mantenimiento y la falta de relevo generacional requieren de una compensación para mantener un paisaje agrario único
“La Geria es un paisaje volcánico único en el mundo”, con “viñedos espectaculares”, “hoyos cónicos excavados en capas naturales de grava volcánica en el que se planta la vid” que produce “excelentes vinos blancos y dulces”.
De esta forma tan sugerente promociona la Consejería de Turismo del Gobierno de Canarias el paisaje protegido de La Geria, epicentro de la producción vitivinícola de la Isla. Tras la enumeración de tópicos se esconde una realidad llena de dificultades para un sector que vive una peligrosa paradoja: ahora es cuando más se cotiza el vino lanzaroteño, pero desciende el número de hectáreas cultivadas y hay menos viticultores que mantienen una actividad tradicional pero de complicada viabilidad económica.
Estas son las claves de la compleja situación del sector y las propuestas que podrían ayudar a garantizar su futuro:
LA SINGULARIDAD. Ser distinto a lo común es un valor, pero en ocasiones, como en el caso del cultivo en La Geria, también entraña una dificultad añadida. Los terrenos en el paisaje protegido están cubiertos por la capa más gruesa de arena volcánica de Lanzarote. Excavar en los característicos hoyos para retirar de su interior la arena que se mete durante el año, como consecuencia del viento o del trasiego para el cuidado de la viña, supone un coste que no compensan los 1.485 euros por hectárea de subvención del programa europeo POSEI.
La ayuda está destinada a las vides con las que se produce vino con denominación de origen protegida, sin importar el tipo de cultivo del que se trate y sin primar la forma tradicional. La consecuencia se percibe en el paisaje: cada vez más hoyos lucen abandonados y, en numerosas parcelas, de forma paulatina se ha ido sustituyendo el modo centenario de cultivo por otras formas más productivas pero nada singulares.
El tiempo necesario para la labor de excavar una hectárea en La Geria puede llegar a las 460 horas, casi dos meses de trabajo de una persona, lo que “encarece notablemente el cultivo de la vid” en el espacio natural protegido.
Así lo evidencia un estudio elaborado por la Mesa Vitícola de Lanzarote, compuesta por técnicos del Cabildo, del Consejo regulador de la denominación de origen Vinos de Lanzarote y de varias bodegas.
El estudio también subraya que, en La Geria, la densidad de parras por hectárea es muy inferior a otras áreas de la Isla. Por ejemplo, en la zona de Diama, con hoyos de 13 metros de diámetro y 2,7 metros de profundidad, apenas había unas 64 plantas por hectárea.
En El Chupadero, con hoyos de 10 metros de diámetro y dos metros de profundidad, el número de parras se elevaba a 112 por hectárea y en el entorno de la ermita de La Caridad, con hoyos similares, se contaban unas 160 parras por hectárea. En otras áreas, como en Conil o Masdache hay entre 600 y 1.000 plantas por hectárea, mientras que en Tinajo se llega a las 1.500 parras por hectárea.
LAS CUENTAS. Cuando los viticultores echan números, es difícil que salgan las cuentas. Tanto instituciones como profesionales concluyen que “es fundamental ayudar al mantenimiento del cultivo en La Geria, ya que constituye un paisaje agrícola peculiar”, que lo convierte además “en un importante recurso turístico” por su paisaje y como elemento de promoción de la Isla en el exterior. Lo difícil es pasar de esa filosofía del paisaje a la rentabilidad económica que facilite su conservación.
En un informe sobre la necesidad de revalorizar la viña en La Geria se concluye que las labores de cuidado que lleva una parcela típica en el espacio natural suponen unos gastos de 2.600 euros
En el corazón de La Geria, la producción por hectárea oscila entre los 1.100 y los 1.500 kilos, mientras que en la zona de cultivo el rendimiento se multiplica hasta por seis, llegando a los 7.000 kilos recogidos por hectárea.
En un informe sobre la necesidad de revalorizar la viña en La Geria, que incluye un análisis de los sobrecostes del cultivo y su menor rendimiento, se concluye que, tirando por lo bajo, las labores de cuidado que lleva una parcela típica en el espacio natural suponen unos gastos de 2.600 euros.
A 1,90 euros el kilo de malvasía -a pesar de que ha aumentado el precio de la uva en los últimos años- con una producción normal prácticamente no se cubren ni los costes. “La escasa rentabilidad hoyos” supone un serio inconveniente para su mantenimiento. De hecho, la estampa de hoyos llenos de aulagas ha ido ganando terreno en los últimos tiempos.
COMPARATIVA. En el sector se defiende que es preciso compensar económicamente el bajo rendimiento de la viña en La Geria, en la zona de mayor valor paisajístico, para luchar contra la desatención de los hoyos tradicionales y evitar otras formas de cultivo menos características de la Isla.
Si en El Hierro el rendimiento máximo admitido en la denominación de origen es de 15.000 kilos por hectárea, en el valle de Güimar oscila entre los 10.000 y los 30.000 kilos, en Lanzarote, incluyendo zonas vitivinícolas fuera del espacio protegido de La Geria, está fijado en apenas 7.000 kilos.
Por su peculiar sistema de cultivo, el rendimiento en el espacio natural lanzaroteño llega a ser hasta 11 veces menor que en otras zonas de Canarias. Las cifras del sector vitivinícola empiezan a encender las luces de alarma. A mediados de la década pasada había unas 1.900 hectáreas que estaban acogidas al Programa comunitario de apoyo a las producciones agrarias de Canarias, el conocido POSEI, con casi 1.600 viticultores.
En el último año, el número de hectáreas se redujo a menos de 1.600 y el de viticultores inscritos no llega a 1.300, a pesar del aumento en el precio de venta de la uva a las bodegas, que se ha incrementado en torno a un 65 por ciento en la última década. Las bodegas venden fuera de la Isla la mitad del vino, cuando hace 10 años casi siete de cada 10 litros se consumían en Lanzarote.
Lanzarote es también Europa, aunque a veces no lo parece. Como Región Ultraperiférica, el Archipiélago canario recibe una inyección económica para fomentar la producción agraria y ganadera, para tratar de paliar los inconvenientes de la lejanía o de un clima seco. Cada año, Canarias recibe unos 260 millones de euros a través del programa POSEI.
Con un reparto justo, a la Isla le corresponderían unos 40 millones de euros. La realidad es que recibe apenas tres millones, y para el mantenimiento de la viña llegan poco más de dos millones de euros.
Según las fuentes del sector consultadas, Lanzarote debería aspirar a recibir al menos cuatro veces más de lo que percibe en ayudas, unos 12 millones de euros, que seguiría siendo apenas el cinco por ciento del total.
El sector demanda multiplicar lo que se percibe para la producción agrícola y primar de forma específica el cultivo de la vid en hoyos
En Canarias, el grueso de las ayudas europeas las acapara el plátano, con 141 millones de euros, por tan solo 7,6 para las vides (y cinco de los millones correspondientes a la denominada “financiación adicional”, con problemas en ocasiones para el cobro). No en todas las regiones ultraperiféricas de la Unión Europea se cultiva plátano, cuyos productores defienden que tienen un estatus especial heredado.
Por ejemplo, las islas de Reunión o Azores no reciben ningún tipo de ayuda al plátano y las subvenciones que reciben siguen siendo cuantiosas: 111 millones en el caso de la primera y 76 millones en el de la segunda.
Desde el año 2006, es el Gobierno de Canarias el responsable de la distribución de los fondos europeos. Desde el sector se plantea que el reparto de fondos se efectúe en función de las necesidades de cada Isla para evitar los desequilibrios actuales.
La creación de una cooperativa de agricultores “fuerte y bien organizada” y una propuesta específica para que las ayudas a la producción de uva diferencien el tipo de cultivo son otras de las opciones posibles.
Así, sería más equitativo que, por ejemplo, la plantación en espaldera, que ha proliferado en los últimos años, reciba la subvención actual de 1.450 euros por hectárea, pero que la plantación en zanja con muro o en semicírculo pueda recibir 2.000 euros, la plantación en hoyo de menos de un metro de profundidad llegue a los 3.000 euros, y los que superen esa profundidad puedan llegar hasta los 5.000 euros por hectárea.
Otro cultivo tradicional, que al igual que las parras configura un paisaje característico de Lanzarote, es el de la cochinilla. El Gobierno de Canarias anunció antes del verano que solicitaría su inclusión en el programa POSEI pero todavía no es una realidad.
“La falta de motivación entre los agricultores está provocando su abandono. La gente mayor se aburre y los jóvenes tienen que buscarse un futuro”, señala Pedro Juan González, uno de los pocos cultivadores que quedan. Lanzarote cuenta con 196 hectáreas dedicadas a la cochinilla y es la Isla con mayor superficie potencial, tal y como reconoce un estudio encargado por la Consejería regional de Agricultura.
Las salinas tradicionales, de las que Janubio es su principal emblema en Canarias, llevan años de batalla para que su producto, la sal marina, sea considerado un producto agroalimentario y no minero, y que puedan acogerse en igualdad de condiciones a ayudas europeas. La reivindicación ha conseguido el apoyo del Parlamento de Canarias hasta en tres ocasiones, la última en el pasado mandato.
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