División entre los colectivos de trabajadoras, advertencias legales por el uso de la marca registrada de Las Kellys y acusaciones de instrumentalizar el movimiento
La otra cara de la lucha de las camareras de piso
División entre los colectivos de trabajadoras, advertencias legales por el uso de la marca registrada de Las Kellys y acusaciones de instrumentalizar el movimiento
En los últimos años, el movimiento de las camareras de piso, un colectivo prácticamente invisible hasta hace poco, había revolucionado la forma de hacer públicas sus demandas laborales. Sus reivindicaciones incluían protestas a las puertas de los hoteles informando a los turistas de sus precarias condiciones, pancarta en mano, denuncias ante las autoridades y reuniones al más alto nivel, Moncloa incluida.
En la trastienda, sin embargo, se han producido divisiones, acusaciones de haberse apropiado de un movimiento amplio y, lo último, advertencias legales de reclamar indemnizaciones a quienes utilicen sin autorización expresa el nombre de Las Kellys.
El 15 de julio, Ángela Muñoz y Myriam Barros, consejera de Podemos en el Cabildo de Lanzarote desde las pasadas elecciones, remitieron a diferentes grupos, que han venido trabajando desde hace años bajo el paraguas de Las Kellys, un escrito de advertencia para que dejaran de denominarse así.
Muñoz y Barros registraron a su nombre la marca: la primera posee un 60 por ciento y la consejera de Podemos el 40 por ciento. En el escrito señalan que “solicitaron y obtuvieron” a través de la Oficina de Patentes y Marcas la inscripción de Las Kellys en abril de 2017 y que, “por tanto, son titulares registrales en exclusiva de su derecho de uso, estando prohibido que terceros utilicen esta marca”.
Myriam Barros, consejera de Podemos en el Cabildo de Lanzarote, y Ángela Muñoz, registraron a su nombre la marca 'Las Kellys'
En el escrito, cursado a modo de notificación certificada, Muñoz y Barros indican que han tenido conocimiento “del uso ilícito y reiterado” de la denominación Las Kellys sin su “previa autorización”.
“Les instamos desde este mismo instante al cese del uso tanto de la marca como de cualquier símbolo (signos, palabras, logotipos, imágenes, etcétera.) que pueda generar un riesgo de confusión en el público”, añaden.
Además, advierten de que “en caso de no producirse este cese de uso ilícito en el plazo de 10 días hábiles”, procederán a ejercer “acciones legales”, y apuntan el camino: una “acción indemnizatoria de daños y perjuicios”.
El registro de Las Kellys como marca es una de las aristas del conflicto. Amparo Pacheco señala que participó en el movimiento desde su origen, cuando germinó en las redes sociales la visualización del descontento de un grupo de trabajadoras de un sector que sufre una de las cargas físicas más elevadas de la industria turística.
En 2016 nació la asociación a escala nacional, con grupos territoriales. Pacheco ha sido el rostro visible en Fuerteventura. Señala que, dentro de la asociación, se decidió registrar el nombre, pero que el colectivo todavía no tenía CIF: “Una compañera de Barcelona inició el registro de la marca y del logo, pero quien terminó de registrarlo fue Myriam Barros”, en teoría en “representación” de la entidad.
Cuando la asociación ya estaba en regla, plantearon que se transfiriese la marca: “Se negó, dijo que era su marca y que hacía con ella lo que le daba la gana”. Pacheco asegura que a partir de entonces comenzaron las denuncias por parte de Barros a Facebook para que cerrase páginas de grupos de kellys.
Protesta en Fuerteventura, en al año 2016, en los primeros actos de Las Kellys.
En Fuerteventura, el grupo de Pacheco ha constituido una nueva asociación, con un nombre parecido (Las Kelliss), y continúa dando voz a los problemas de las trabajadoras. En todo el país, dice, se está “recomponiendo el movimiento”.
“Lo que estamos haciendo, realmente, es lo que deberíamos haber hecho desde el principio: una plataforma estatal de camareras de piso, cada una con su manera de organizarse”, explica. Acaban de reunirse con el director de la Inspección de Trabajo del Gobierno central para trasladarle sus reivindicaciones. “Sin nada de egos”, insiste.
Barros defiende que “hubo un boom con Las Kellys y empezaron a salir grupos por todas partes” que no podían “controlar”. “Cuando digo ‘controlar’ me refiero a que cada uno tiene su discurso y nosotros llevábamos mucho tiempo luchando con un discurso propio y una serie de reivindicaciones”, aclara.
Sobre el registro de la marca, Barros sostiene la versión de que “el colectivo en todo momento se negaba a registrarla”, que se “necesitaba a una persona física para hacerlo y así se hizo”.
“Lo que estamos haciendo es una plataforma estatal de camareras de piso, cada una con su manera de organizarse”, afirma Amparo Pacheco
En cuanto a las críticas de Pacheco, dice que el grupo se dividió y que las “chicas” estaban “peleadas entre ellas”. “En asamblea se decidió quedarse con el grupo que trabaja, que presenta denuncias…”, añade. “Les animamos a que monten una asociación de camareras de piso, nos parece estupendo, pero tendrán que buscarse otro nombre”, subraya.
“Nos hemos partido los cuernos y nos hemos movido, muchas han puesto en juego su trabajo, para que ahora vengan otras y echen por tierra el trabajo realizado”, afirma Barros, que asegura que ya no pertenece a la junta directiva de Las Kellys (“la última asamblea se hizo en julio, precisamente en Lanzarote”, dice), aunque sí conserva su porcentaje de la marca. La propietaria mayoritaria es la nueva presidenta, Ángela Muñoz. “Si alguien tiene alguna queja, que vaya al Juzgado y presente las reclamaciones que tenga que presentar”, concluye Barros.
“En realidad”, opina Pacheco, “se han apropiado de un trabajo, de un colectivo y de una compañeras, y, porque se puso Las Kellys a su nombre, se lo han quedado”.
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