A sus 78 años de edad recién cumplidos, la artista Premio Insular de Artesanía 2018 destaca por su labor formativa que le ha permitido engendrar a nuevos artesanos de la Isla
Mari Carmen Echeverría: “Seguiré pintando hasta que me aguante el pulso”
A sus 78 años de edad recién cumplidos, la artista Premio Insular de Artesanía 2018 destaca por su labor formativa que le ha permitido engendrar a nuevos artesanos de la Isla
El Premio Insular de Artesanía es el reconocimiento a su trayectoria como artista y a los más de veinte años que María del Carmen Echeverría Bonastre lleva dedicada a transmitir sus conocimientos y arte a nuevas generaciones de creadores. Especializada en la decoración de telas, realiza también grabados para todo tipo de objetos. La pintura y el amor por su familia son sus dos grandes pasiones. Estudió Bellas Artes. “He tenido suerte de que mis padres me pudieron dar estudios y siempre he tenido mucha suerte en la vida”. Y se muestra “encantada” con el premio.
En el día de su cumpleaños, cuando celebra haber vivido 78 años, conversa con Diario de Fuerteventura en su residencia de la Punta de La Lajita, una casa que es como un museo que alberga gran parte de sus creaciones, y donde cuenta con una biblioteca con numerosos ejemplares sobre pintura y arte y unas envidiables vistas al mar de Fuerteventura. Hace casi cuarenta años que llegó por primera vez a la Isla aunque hasta que sus hijos se independizaron iba y venía de Manresa.
Mari Carmen ha regresado recientemente de una larga estancia en Manresa, de donde es originaria y donde cuenta con gran parte de su familia. No en vano, tiene el corazón dividido entre esta ciudad catalana y la Isla de Fuerteventura, donde ha desarrollado su labor como formadora. Empezó decorando muebles y luego siguió con las telas, todas ellas de tejidos naturales, sedas, terciopelo... Lleva varios grabados a la vez porque siempre se tarda más en termosellar que en pintar. En su casa taller cuenta con una zona para restauración y otra para pintar, donde también se pueden ver cuadros con hilos.
Siempre se ha considerado como una majorera más, la acogida con la que ha contado en la Isla que la adoptó así lo certifica y la ha convertido en una mujer apreciada y querida por todos sus vecinos “tanto que quiero que me entierren aquí”, matiza. Llegó a la Isla acompañando a su marido, el coronel Mendiguren. Ha viajado mucho con motivo de la carrera de su marido, especialista del Ejército y fundador de los Boinas Verdes.
Un mantel improvisado
De sus primeros años en la conocida como casa del Coronel de La Lajita donde les invitaron a residir tras pasar por la residencia militar de Puerto del Rosario, recuerda la anécdota de cuando improvisó un mantel para decorar la mesa de doña Hilda -la que fuera la esposa del coronel que dio nombre a la residencia y a la que le gustaba hacer compañía- con una sábana y su habilidad con los pinceles, en tan sólo una sola noche. Más tarde, Mari Carmen consiguió que el coronel le vendiera una parcela para construir su actual residencia.
Una enfermedad la mantuvo apartada de Fuerteventura durante cuatro años, cuando pensaba estar ausente tan solo durante una semana con motivo de la comunión de su nieta, aunque asegura que hasta los 60 años no había tenido ni un resfriado, “pero mientras tenga pulso seguiré pintando”. Pero nada más regresar a la Isla retoma sus clases, donde cuenta con una alumna de la que dice que le ha superado. Hasta que le retiraron el carné de conducir ofrecía talleres por toda la Isla que ahora se limitan a La Lajita.
En sus talleres no hay horarios, “se quedan hasta que se quieran marchar”. Mientras estuvo ausente, una discípula aventajada se hizo cargo de los talleres, que generalmente se imparten los martes y jueves en la Tenencia de Alcaldía. Asegura que le concedieron el honor de ser vocal de la asociación de artesanos “porque dicen de mí que hablo mucho”.
Ha participado en las Ferias de Antigua y Pozo Negro y en su currículum cuenta con otros tantos reconocimientos. Un bello lienzo preside el salón de su casa en memoria de su nuera, y del que dice no puede terminar porque la tristeza la embarga. En sus trabajos siente predilección por el azul. También trabaja el pirograbado en muebles, como el que acaba de concluir en una antigua máquina de coser. Restauración de muebles, decoración y grabado de vidrio, tapices y hasta lienzos son sus trabajos diarios. “A mis alumnas les ofrezco unos apuntes sobre los que trabajar la decoración”.
No ofrece títulos a sus alumnos, pero sí sus conocimientos y años de dedicación y práctica. Su impronta permanece en los distintos destinos que ha recorrido siguiendo la carrera profesional de su marido. Así recuerda que trabajó también el estaño como el sagrario que realizó en el cuartel de Berga, “que me quedó precioso”.
Un día en su vida
Es madrugadora y le gusta mucho leer y caminar hasta el pueblo, donde visita Casa Peña todos los días para tomar café y reunirse con una buena amiga. Además de su hijo, del que dice que es un gran cocinero y le evita meterse en la cocina, también le ofrecen compañía sus mascotas, una perra y un gato. Del mar a la montaña son sus viajes cuando sale de Fuerteventura para visitar al resto de su familia en su residencia de Manresa, donde disfruta de “una vista impresionante” de las montañas de Montserrat. Pero tiene claro que, “a poco que pueda”, los inviernos quiere compartirlos siempre con su otra familia, la majorera.
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