“Son muchos los que vienen solicitando exclusivamente comida, en gran parte familias con niños”, señala la presidenta de Cruz Roja Lanzarote, que ha pasado de entregar 320 lotes de alimentos a más de 1.000
Un tsunami social
“Son muchos los que vienen solicitando exclusivamente comida, en gran parte familias con niños”, señala la presidenta de Cruz Roja Lanzarote, que ha pasado de entregar 320 lotes de alimentos a más de 1.000
“Tsunami”, “situación devastadora”, “panorama desolador”. Las expresiones con las que las organizaciones no gubernamentales de Lanzarote describen la emergencia social que se vive a raíz crisis del coronavirus denotan la gravedad de la situación. Aseguran que las demandas de ayuda social se han disparado un 200 por ciento en las últimas semanas.
La crisis además ha sacado a flote a un importante flujo de población que malvivía de la economía sumergida. Trabajadores indocumentados y en situación irregular que no pueden acceder a las ayudas por cese de actividad. Un colectivo que ahora se encuentra sin derechos ni prestaciones. Este es el nuevo perfil de usuario de los servicios sociales, a juicio de las ONG.
Cruz Roja Lanzarote se enfrenta a esta dramática situación con las líneas telefónicas colapsadas y un crecimiento “exponencial” de demandas de ayuda, según explica su presidenta, Tamar Luis, que compagina su profesión de médico de urgencias en el Hospital Doctor José Molina Orosa con el voluntariado social y la familia.
Antes del coronavirus sumaban 320 las personas a las que atendía Cruz Roja con lotes de comida procedentes del Banco de Alimentos, entregas programadas que ahora se han incrementado con otras 700 más.
En Cruz Roja atienden el aumento de las peticiones gracias a que han desbloqueado presupuestos y donaciones particulares y empresariales. Su presidenta comenta que van a tener que contratar a más trabajadores sociales para atender las numerosas peticiones que reciben a través de Internet y del teléfono.
También han visto a más de un necesitado acudir a la sede de la entidad en la Vía Medular de Arrecife. El hambre no entiende de decretos ni de órdenes de confinamiento. La responsable de Cruz Roja en Lanzarote explica que la emergencia social “crece día a día”.
“Son muchos los que vienen solicitando exclusivamente comida, no ayudas, como veíamos antes para poder abonar facturas como el alquiler o el agua. Son personas que no tienen para comer. Muchas de ellas, unidades familiares con niños”, señala apesadumbrada.
El panorama que presenta Tamar Luis es desolador: “Es hora de unir frentes e intentar ayudar a estas familias”. Considera, además, que esta experiencia demuestra la dependencia económica de la Isla del exterior: “Hemos creado un eje económico que gira en torno al turismo”, dice.
En cuanto a la desescalada, y como profesional sanitaria, comenta que al volver a las calles “debemos ser cautelosos en las medidas de seguridad y, aunque se pueda volver a hacer una vida normal, el problema seguirá siendo la parte social. Muchas familias viven el día a día”, concluye.
Calor y café
La organización no gubernamental Calor y Café atendía antes del coronavirus a medio centenar de familias lanzaroteñas mensualmente, ya fuese con el programa de ayuda o con lo que denominan “carro de emergencia”, mientras que al comedor, que ofrecía servicio de cena para los más necesitados, acudían a diario entre 40 y 50 personas. “El paisaje ahora es bastante más preocupante”, dice Sor Ana, su responsable.
Explica que se vieron obligados a cerrar el comedor ante la alta demanda que se generó y la falta de control los días previos al estado de alarma. “Muchas familias temían quedarse sin nada”.
Tras la activación de los recursos institucionales, la ONG pudo derivar a esas familias a los servicios sociales municipales. En Calor y Café continúan todos los días con el reparto de bolsas con comida para el medio centenar de usuarios que acudía habitualmente al servicio del comedor.
También, los domingos entregan un carro de alimentos para que una quincena de familias pueda prepararse la comida en sus casas y la docena de personas acogidas en el albergue continúa en el mismo, en aislamiento.
Sor Ana advierte también de que, entre los nuevos demandantes de ayuda, se encuentra una importante “cantidad de personas sin papeles” que trabajaban en la economía sumergida. Empleos con la que pagaban sus facturas, pero que ahora han desaparecido.
Sor Ana ve un “panorama desolador”, pero también puede servir para “saber cuáles son las prioridades, ser menos egoístas y más solidarios con los que de verdad lo pasan mal, evitando la picaresca, y vivir dignamente con menos”
“Es impresionante ver el gran número de migrantes buscando mejorar sus vidas. Empleados de hogar, acompañamiento y otros servicios que contaban con una remuneración que ahora se les ha acabado, mientras que los alquileres son cada vez más difíciles de pagar”, señala.
También le preocupa el cierre de negocios que no van a poder volver a abrir a corto plazo, empresas familiares que se verán afectadas y sin capacidad para poder levantar de nuevo su proyecto.
El antecedente más próximo de la crisis del coronavirus fue el estallido de la burbuja del ladrillo en 2008, que golpeó a la construcción y el turismo en Lanzarote y disparó las cifras del paro.
A juicio de Sor Ana, esta situación “no tiene nada que ver con aquella crisis”. Su magnitud “es superior porque los negocios están cerrados y los pequeños negocios, ante la gran competencia que existe, van a tener una difícil remontada”.
Sor Ana ve un “panorama desolador”, pero considera que también puede transmitirse una importante lección: “Saber cuáles son las prioridades, ser menos egoístas y más solidarios con los que de verdad lo pasan mal, evitando la picaresca, y organizarnos sabiendo que podemos vivir dignamente con menos”.
“Sería una pena que esta situación pasara y se nos olvidara todo lo aprendido”, añade.
Atención a mujeres
Mararía tiene una lista de reparto de alimentos para mujeres. Más de un centenar de hogares de la Isla recibe cada dos semanas esta ayuda desde la asociación feminista. Su presidenta, Nieves Rosa Hernández, comenta que “la situación es cada vez más difícil, con mayor angustia psicológica de miedo e incertidumbre”.
“Podemos escuchar y darles toda la orientación en servicios jurídicos y asesorar en materia de ayudas, pero la lentitud de la burocracia impide a veces avanzar en las subvenciones”, explica.
La presidenta de Mararía recuerda que el piso tutelado es sólo un trampolín y su principal problema es que lo están manteniendo con fondos propios, al carecer de recaudaciones por la imposibilidad de desarrollar eventos benéficos, lo que intentan compensar con más horas de voluntariado. “Es un reto difícil que se cumplan los 26 años de Mararía”, comenta con tristeza Nieves Rosa.
Temen por los servicios que prestan si no les socorren con los fondos necesarios para contratar a los técnicos que permitan dar respuesta a la emergencia social. Necesitan desde profesores de español, intérpretes y abogados a técnicos sociales.
Desde el mes de marzo se vienen sumando nuevas necesidades y usuarias a los servicios habituales que ya presta esta asociación, que también ha tenido que “reinventarse” para continuar ofreciendo su labor. “En estos momentos somos más necesarios que nunca y hasta donde podamos seguiremos ofreciendo el mejor servicio”, concluye.
“Gran incertidumbre”
Con la crisis, la ONG Esperanza y Vida ha dejado de lado la recogida de ropa y juguetes que movió su creación para improvisar su particular banco de alimentos en la calle Triana de Arrecife, gestionado por Miguel Ángel Gil Navarro y su esposa.
La organización lleva a cabo el reparto de alimentos a más de 110 familias, que suman cerca de 300 personas, también respaldan las necesidades de 41 asociaciones y han tenido que iniciar la preparación de un centenar de kits de urgencia con alimentos no perecederos, agua o leche.
Gracias a las aportaciones del grupo Spínola y empresas de alimentación, como CanaryMeat, que están donando productos, están atendiendo a toda la Isla. A diario, este matrimonio que atraviesa también una situación delicada, por el Expediente de regulación temporal de empleo (ERTE) presentado por la empresa en la que trabaja Miguel Ángel, suma nuevas demandas.
Mientras comenta esta dramática situación, un colectivo de Playa Blanca se ha puesto en contacto con ellos. Miguel Ángel dice que tienen a más de 6.000 personas a la espera de recibir ayuda. El panorama no es halagüeño. Desde la ONG calculan que hasta junio o julio, como pronto, no van a poder salir adelante cientos de familias, que se van a ver en la calle porque otras tantas empresas van a permanecer cerradas. “Es una gran incertidumbre”, señala con temor Miguel Ángel.
Nuevos perfiles
Desde la Fundación Flora Acoge, su directora Montse González señala que han procurado continuar con los servicios que prestaban, principalmente el de mayores, donde unos 40 usuarios hacen uso del servicio de acompañamiento, que ahora se realiza a través de atención telefónica y apoyo en el abastecimiento de alimentación y productos farmacéuticos. También continúan con la entrega de cestas de alimentos a las familias en situación de vulnerabilidad.
Con la crisis del coronavirus ha aflorado en Lanzarote un nuevo usuario de los servicios sociales: trabajadores irregulares, sin derechos ni prestaciones, que acuden a la beneficencia para poder comer
Mercadona, diariamente colabora entregando productos perecederos y frescos, unos recursos con los que han podido atender a más de 35 familias. También, mantienen la casa de acogida para las personas sin hogar, con capacidad para 17 personas, cuyos usuarios se pusieron en aislamiento desde el inicio del estado de alarma.
Al igual que Calor y Café han tenido que prescindir de los servicio de comedor y aseo. Estos usuarios han podido acudir a alguno de los dos albergues improvisados por el Cabildo para las personas sin hogar de la Isla. Para aquellos usuarios que sí tienen un lugar dónde alojarse, la Fundación Flora Acoge ha podido cubrir sus necesidades con la aportación de recursos alimentarios.
Montse González reconoce que a raíz de la emergencia sanitaria “han llamado muchas personas” para pedir asesoramiento y se ha procurado unificar recursos y respetar el confinamiento.
Los voluntarios dejaran de realizar su actividad para no exponerles a un posible contagio y sólo han permanecido las personas necesarias. “Cierto es que hemos notado un mayor interés por colaborar y les hemos derivado a que realicen su labor en otras asociaciones, como en los albergues que gestiona Cruz Roja”, explica.
Con el paso de los días y la falta de ingresos están comprobando cómo en muchas familias florece la necesidad de nuevos recursos. “De cara al futuro, va a ver un aumento de la demanda y nuevos perfiles. Hasta ahora era un perfil de usuario definido por ser una persona desempleada de largo duración y con dificultades de salud”, explica.
“Sin embargo, vamos hacia otra crisis como la vivida en 2008 y personas que disponían de unos ingresos van a necesitar estos recursos”, añade. “En una Isla que depende del turismo, muchas familias serán las que se queden sin trabajo. Vamos a necesitar que mejoren sus competencias laborales para que encuentren empleo en otros sectores y puedan salvarse de la crisis”, concluye.
“El futuro, oscuro”
En Cáritas, desde su sede en Puerto del Carmen (Tías), circulan a diario vehículos de la empresa SIA que, junto a bomberos voluntarios Boluntis, realizan el reparto de alimentos y productos de primera necesidad para cerca de 300 personas.
“El futuro se ve oscuro, pero esta experiencia nos va a cambiar la percepción de las cosas. Permitirá hacernos ver que estamos viviendo por encima de nuestras posibilidades y sentir que la vulnerabilidad puede alcanzar a todos”, opina el padre Agustín Lasso
El párroco de Nuestra Señora de la Candelaria, Agustín Lasso, comenta que antes de la emergencia sanitaria estaban atendiendo a una media de un centenar de familias al mes en Tías, pero que, con “el gran tsunami que se nos viene encima”, se creó un grupo de emergencia ahora coordinador por los servicios sociales municipales.
Este equipo de emergencia se encarga de realizar la entrega a domicilio de alimentos y atender a los menores sin comedor de cuota cero, entre otras tareas, gracias a la aportación de hoteles y empresas que han donado alimentos. Cuando disponen de presupuesto recurren a la adquisición de productos de necesidad en el comercio local y agricultores cercanos, de forma que “esta acción solidaria revierta en esa economía que también se ha visto perjudicada”.
“El futuro se ve oscuro, pero esta experiencia nos va a cambiar la percepción de las cosas. Permitirá hacernos ver que estamos viviendo por encima de nuestras posibilidades y sentir que la vulnerabilidad puede alcanzar a todos”, opina el padre Agustín.
Advierte además de que “esta emergencia sanitaria y social ha sacado a flote casos de personas que vivían en soledad o en la miseria más atroz, pero sobre todo, de mayores solos y enfermos. El gran interrogante ahora es saber qué pasará con todos estos colectivos que han aflorado y que desconocíamos que estaban atravesando esta difícil situación”.
Otra realidad latente que ha quedado desvelada es la necesidad de un albergue para las personas sin hogar. En Lanzarote se han tenido que activar dos para acoger al colectivo de sin techo de la Isla y que suma al menos 82 personas. A estos habría que añadir, según Cruz Roja, encargada de atender estos dos albergues improvisados, aquellos usuarios en situación de extrema necesidad que viven en hogares sin agua o luz, y otros instalados en caravanas.
Comenta la presidenta de Cruz Roja Lanzarote que se están buscando alternativas a este colectivo, con una posible reinserción, de cara a ofrecer una salida para estas personas sin hogar. “Ha sido ahora cuando más patente se ha hecho esa realidad y se están buscando fórmulas”, explica Tamara Luis.
En relación a los albergues, Montse González de Flor Acoge comenta que, a día de hoy, se carece de censo global de personas sin hogar. Desde Flor Acoge controlan a sus 40 usuarios que hacían uso del servicio de comedor porque carecían de un domicilio, pero saben que existen muchos más. “Llevamos años exponiendo que es un problema real. Esta es una oportunidad para visualizar que este recurso es necesario”, señala.
Aunque considera que además de plantear que se mantengan más allá del estado de alarma, debe haber otros recursos, como casas de acogidas, que faciliten su salida de la exclusión social. Desde Calor y Café quieren ver algo positivo en la crisis del coronavirus y es que estos albergues traerán también una respuesta a esa necesidad.
“Quiero creer que, con motivo de esta dramática situación, las personas sin hogar van a tener la posibilidad de acceder a un lugar donde residan con dignidad”, dice Sor Ana.
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