Ergual, Diana, sus siete hijos y Max son un ejemplo de felicidad, a pesar de las dificultades económicas
Una familia de 10: Sí se puede
Ergual, Diana, sus siete hijos y Max son un ejemplo de felicidad, a pesar de las dificultades económicas
Los Barrera Sprenger son una familia tan numerosa como feliz. Ergual y su esposa, Diana, de 36 y 33 años, respectivamente, son los orgullosos padres de Elisabeth, Miguel, Natalia, Sebastián, Alicia, Javier y Christian, de 12, 11, 9, 8, 6, 4 y un años.
También tienen un cachorro, Max, “porque los animales ayudan a crear valores entre los niños”, dice esta joven pareja de religión mormona, que últimamente se ha hecho muy popular tras aparecer en varios programas de televisión, lo que aprovechan para desmitificar los prejuicios que caen sobre la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
“Los mormones no son polígamos. Es un mito creado en la época de los pioneros americanos. Fueron muy perseguidos mientras cruzaban América y mataron a muchos hombres. Por eso, los que quedaban iban rescatando a las viudas, para evitar que murieran en el camino y sí se dio la poligamia en momentos precisos, pero ya no”, explica Diana Sprenger, católica austriaca, que se convirtió a la religión de su marido cuando lo conoció, a los 19 años, en una cena de navidad.
Ergual se hizo de rogar “porque no me gustaba salir” y al final llegó tarde a la cena. “Pero, cuando salí del coche y vi a Diana, pensé ‘Uy, qué guapa’! Le pedí el teléfono y, como no me acordaba del nombre, la registré como Amor, que es como la sigo teniendo en el teléfono”.
En Fuerteventura hay unas 70 personas practicantes de esta religión, fundada en 1830 en la región occidental del estado de Nueva York, por Joseph Smith. Una de estas familias es la de Ergual. “Mi madre se convirtió cuando yo era un bebé, así que puede decirse que he nacido en esta fe”, algo que choca en un joven majorero de hoy día.
Sus convicciones le han llevado a casarse virgen (“por eso me casé a los cinco meses de conocer a Diana”, bromea) y a cumplir con los principios de la religión mormona, como entregar la décima parte de su salario a la Iglesia.
El mormonismo no entra en cuestiones de planificación familiar, aunque “como todas las doctrinas cristianas, defiende que hay que tener hijos”. Así que, en el caso de Ergual y Diana, los niños han sido buscados, “menos Christian, que ha venido de penalti”, comenta su madre, que admite no desear seguir incrementando la prole, “aunque cuando iban naciendo y me ponían encima al bebé, miraba a Ergual y le decía ‘nos falta uno’”.
Su marido, en cambio, tendría “dos más” y eso que siete le parece un número precioso: “Como las siete islas canarias, o las ocho con La Graciosa, que, en nuestro caso, sería Max”, dice, con su habitual sentido del humor.
La pregunta reiterada es ‘¿Cómo lo hacen?’ La respuesta siempre ella misma: “Con rutinas diarias”. Los psicólogos aplauden su método de organización. “Yo estoy todo el día con ellos, soy la madre y, aunque no soy su esclava, no quiero tener hijos adultos precoces, como he visto en las familias numerosas de grupos católicos, que delegan la crianza en los hermanos mayores”, explica Diana, que aboga por que sus hijos disfruten de su infancia.
Lo que sí existe es una organización milimétrica y una asunción de responsabilidades personales “que deberían tener también los hijos únicos. Los que asumen de pequeños tareas en casa son adultos exitosos”, dice Diana.
Los niños Barrera Sprenger se hacen la cama, lavan su plato y colocan su ropa. Los cuatro mayores recogen en el aula del CEO Antigua a sus hermanos pequeños. Y, en alguna ocasión, ha habido que intervenir de urgencia. “Este verano, Javier se lanzó a la piscina sin manguitos y Miguel se tiró a por él”, cuentan.
Los padres de Ergual colaboran en la atención a los pequeños, cuando la pareja se toma su día al mes para disfrutar de una velada fuera de casa. Hay que tener en cuenta que Ergual trabaja “media jornada, o sea, once horas y media al día, entre mi empleo en Nortysur y los trabajos externos que hago como informático”, bromea.
Alguien importantísimo para la familia es Julio Guardiet, un amigo al que ya llaman El padrino por su implicación con los niños. Otra cosa es la familia de Diana. “Mi madre aplaudió la llegada de los dos primeros, también el tercero. A partir del cuarto ya me quería matar y cuando me quedé embarazada de Christian, tardé cuatro meses en decírselo, para aplazar el disgusto”, dice.
‘Dios proveerá’
La desmitificación religiosa que simboliza esta familia ha contribuido a su cariñosa acogida en el pueblo. “Los niños tienen pocos amigos, pero muy buenos. Algunos padres, incluso, les dejan venir con nosotros al templo porque saben que están en buenas manos y protegidos”, cuentan.
Los mormones se bautizan por inmersión no antes de los ocho años “para que tomen su decisión”, casi inmediatamente se confirman y celebran matrimonios, igual que el resto de los cristianos, con la connotación de que es un convenio sempiterno.
La religión mormona se basa en la eternidad de las familias, a través de las llamadas ordenanzas por los muertos. “Quienes mueren sin recibir estas ordenanzas salvadoras del Evangelio tienen la oportunidad de que miembros de la Iglesia efectúen esas ordenanzas por ellos en los templos, aunque son los difuntos los que pueden aceptar o no las ordenanzas. Los fieles preparan su historia familiar para determinar el nombre y la fecha de nacimiento de sus antepasados a fin de que se puedan efectuar por ellos las ordenanzas de salvación”, según rezan los mandatos del mormonismo, que se basa en La Biblia y en el Libro de los Mormones.
La familia Barrera acude a las reuniones dominicales en el templo de la calle Tenerife de Puerto del Rosario y, una vez al año, coincidiendo con carnavales, va a Madrid a la sede de la Iglesia. “Queremos apartar a los niños de la fiesta carnal, poco apropiada para la infancia y que propugna el libertinaje”, dice Ergual, que reivindica que las administraciones públicas “se gasten el mismo dinero en la cabalgata de los Reyes Magos que en el coso. Puerto del Rosario se denomina Capital de la infancia, pero no hay ni parques ni actividades adecuadas para los niños”, se lamenta.
En Antigua son muy queridos desde que se instalaron hace unos años. “Logramos adquirir una casa de campo a muy buen precio, propiedad de un banco, pero no tenemos instalación eléctrica, así que contamos con placas solares que nos dan luz cuatro horas para preparar cenas y bañar a los niños”, explican.
Diana sueña con un lavaplatos y Ergual se ha marcado la instalación eléctrica como objetivo para el próximo año, aunque cuesta 5.000 euros. La austeridad presupuestaria es otro de los secretos de la familia. Cuando las matemáticas muestran toda su crudeza a fin de mes y no cuadran las cuentas, entra el juego el dicho cristiano Dios proveerá, “que nunca nos ha fallado”, asegura el joven matrimonio.
Así, los Barrera han asistido a pequeños milagros. “En septiembre, cambiaron todos los libros de texto y tuvimos que aportar 800 euros, además de la ayuda escolar”, explica Diana. “Así que reduje el presupuesto de comida, que es de 600 euros. A fin de mes, no sabía cómo lo haríamos, porque ya estábamos tirando de productos no perecederos de la despensa. Y, de repente, una casa de comida para llevar nos ofreció unos restos que iban a tener que tirar a la basura, perfectamente cocinados”, explican.
Otro pequeño milagro ocurrió el pasado año, en su visita anual a Madrid en febrero, cuando les llegó ropa de invierno de una vecina “que nos dijo que le daba pudor ofrecernos ropa usada”, comentan con asombro los Barrera, que agradecen cualquier ayuda y no gastan dinero en textiles. De hecho, Diana llegó a crear la mayor web de compra venta de España, que finalmente explota uno de sus componentes.
Ergual también agradece el apoyo que le prestan en su empresa, Nortysur. La vida no ha sido fácil para esta familia, ya que, en su corta, aunque fructífera trayectoria, se ha visto engañada por un casero y tuvo que refugiarse, ya con seis niños, en un apartamento de 40 metros cuadrados con los padres de Ergual.
Sin embargo, las condiciones materiales parecen carecer de importancia para estas personas que destilan felicidad. “Nos dicen que somos egoístas por traer más a este mundo sin oportunidades, pero antes no teníamos nada. Yo me crié en Tetir, sin luz ni agua, íbamos al pozo, lavábamos a mano, teníamos un coche que se estropeaba a menudo. Ahora la vida es sencilla, hay oportunidades, incluso para estudiar en la Universidad. No renunciaría a ninguno de mis hijos y si tuviera otro, tampoco”, sentencia Ergual, que no descarta convertirse en familia de acogida: “Cuando nuestros niños sean mayores para poder liberarnos un poco y poder viajar, por ejemplo. Ya que con dos o tres niños pequeños sí se puede”. Sí se puede.
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